En el antiguo Buenos Aires tratando de hacer
una pintura, un retrato de ese pasado cuando la gran aldea se iba transformando
poco a poco en ciudad que se corría expandiendo hacia los arrabales, donde
convivían malevos guapos junto a inmigrantes es en ese crisol de razas es donde
fue creciendo el personaje hasta llegar al centro.
Hijo de inmigrantes apolíneo y buen mozo fue un
gran bailarín, por ese entonces el tango estaba en su apogeo tiempo que el
olvido entre brumas y tinieblas lo fue borrando en la década del no me acuerdo,
pero si fue en el medio del siglo pasado se hizo famoso por sus corridas cortes
y quebradas sacando lustre al piso con sus danzas.
Se le conocía por su apodo Danzarín, nadie
sabía su nombre solamente su apodo trasgresor de la forma de vivir de ese
momento, caminador andariego de casi todas las calles de la gran ciudad,
habitante conspicuo de bailongos café y trasnochadas, una novia en cada esquina
así transcurría sus días casi en un mundo de fantasía lejos de la realidad.
Sus días sus años fueron pasando su fama
también entre noches de licor y de café, la realidad lo alcanzó en un tiempo
vertiginoso acelerado donde la tecnología acaparó la atención, donde la reunión
la conversación se va extinguiendo, el no tengo tiempo estoy apurado tal vez
otro día, es el latiguillo que se escucha gente por doquier con el celular
encendido, y nuestro personaje desorientado entre dos mundos aquel de la siesta
pueblerina y el actual distintas costumbres distintos hábitos.
La mesa del bar donde se reunía con amigos cada
vez era más chica cada uno se fue buscando su estrella, es entonces que el Danzarín
se quedó solo en la inmensa soledad de las largas noches lluviosas de invierno
sin amor ni consuelo, caminador de casi todas las calles de la ciudad un cierto
día partió sin rumbo fijo desde aquel día nadie más lo vio al que se hizo
llamar el Danzarín.
Un hombre de larga barba blanca, en su cabeza
hilos de plata su rostro surcado por arrugas su mirada otrora vivaz ahora
opacada, se dice que la mirada es el espejo del alma viene bajando del cerro lo
acompaña un perro el único compañero de su soledad, por el camino a la vera del río con paso lento
en ese día de agobiante calor buscando la sombra del sauce llorón, tiempo
propicio para conversar con los recuerdos vivencias de un ayer
Es en ese entonces que aparece la fama de gran
bailarín las luces del centro lo deslumbraron sus salones vieron sus giros sus
famosas corridas madrugadas trasnochadas siguiendo la errante caravana de los
noctámbulos entre copas de champagne.
Pantallazo de la vida en la memoria de un
anciano los vientos de los tiempos y la distancia hacen que los recuerdos se
desvanezcan borrando de su memoria, como la tierra que se levanta va quitando sus
huellas del polvoriento camino. De pronto se dirige a la orilla del río y
colocando las palmas de las manos toma un poco de agua para refrescarse, donde
se escapan unas gotas de agua y mirando a su perro le dice.
Cacique las gotas de agua hacen un río millones
de gotas que siguen la corriente igual que la vida, cada gota es una historia y
el conjunto de estas historias como el río hacen una vida la corriente la lleva
y ya no vuelve, luego haciendo una mueca como un esbozo de una sonrisa continúa
hablando y le dice al perro, Cacique que lindo sería tener un mazo de cartas
barajar y dar de nuevo, pero la vida es una sola.
alejandrobojor @gmail.com.........ALEJANDRO CAPLAN