concierto de Aranjuez

jueves, 29 de agosto de 2013

ACUARELAS



En un mediodía de un gélido invierno aprovechando que sol se asomaba esplendoroso,   me llego al pequeño balcón para que me empape la tibieza del astro rey. Tomo una silla y me siento en ella, miro hacia la calle los árboles han perdido su ropaje sus hojas han desaparecido, su desnudo ramaje alberga alguno que otro nido de palomas que en su vuelo están trayendo a sus crías su alimento.


El silencio de la tarde se altera risas gritos se escucha como un coro de pajaritos, son los sonidos gratos de un grupo de niños, que a esa hora van terminando su día en la escuela que está instalada en la acera de enfrente, delantales blancos y mezclados con ellos algunos pequeños con un delantal azul con pintitas blancas ellos son los preescolares,  en unos pocos minutos lentamente el mutismo vuelve a adueñarse de la tarde.

Ya el cansancio y los rayos sobre mi rostro, hacen que el sueño perezosamente me alcance y comienzo a soñar, me ha quedado grabado el delantal con pintitas, sueño que soy un pintor con el mismo delantal con una paleta de colores, un pincel, frente a mi el lienzo donde pintar mis acuarelas de un pasado, postales del viejo Buenos Aires.

Se presentan los recuerdos de un día sábado, en mi mente se recrea una reunión familiar,  en ese tiempo no existía televisión, una animada tertulia en torno a una mesa formando un circulo, el mate iba pasando amenizado con empanaditas dulces, fue el momento que alguien trajera un juego de lotería en el cuál participaban todos. 

Para hacerlo más interesante todos los jugadores de esa tómbola aportaban a la misma un pequeño estimulo para premiar al ganador por línea y cartón lleno, los cartones de colores variados había azules amarillos y rojos con números en ellos, una bolsita y bolillas redondas de madera y tenían en la parte superior un  número.

No faltaba el tío soltero ese que nos daba todos los gustos, caramelos, chocolates, pero era una especie de trueque pues los sobrinos le iban a comprar los cigarrillos, comienza a cantar los números, los dos patitos, ahí empezaban las protestas para que cante el número. 

Entonces cantaba, pajarito el treinta y cinco, así continuó  con el anillo, enamorada, casamiento, sobrinos, a la quinceañera del grupo ya sus mejillas estaban tan rojas como el mismo cartón con que estaba jugando, ahora se me fue el recuerdo pantallazo de la mente que a veces trae evocaciones y otras veces se las lleva.
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Un domingo soleado, por aquellos tiempos bien futbolero ese juego la pasión de multitudes, desde chico mi padre me llevaba a ver el fútbol y desde pequeño lo acompañaba a la cancha, era simpatizante de un modesto club de barrio que daba más decepciones que alegrías, los domingos eran salteados, como siempre se jugaban los partidos ese día, uno era para la familia y el otro para el fútbol siempre de local no era cosa de andar viajando, de local, total el estadio quedaba cerca.

Almuerzo más bien tirando a temprano una raviolada a la ligera mientras en la radio se escuchaba Gran pensión del campeonato o cantaba Castillo. Nos encaminábamos hacia el estadio bueno eso de estadio le quedaba grande a la pequeña cancha con sus viejos tablones de madera, que en los días fríos se colaba entre los mismos. 

Campeonato de tercera reserva y primera mis retinas se llenaban de futbol, recuerdos de algunos nombres de aquel fútbol lírico que lo jugaban los poetas de la verde gramilla. Así como hay escritores que hablan de eso ¿Quién era el número diez? o ¿Quién era el wing derecho? sus nombres, con solo decir su apodo se sabía de quien hablamos La Bordadora, El Atómico o la Saeta Di Stefano,siempre en el mismo lugar, unos más temprano otros más tarde van cayendo al lugar, si parece que lo habían alquilado ahí estaban los que el día anterior habían jugado a la lotería.

Estoy soñando despierto el astro rey todavía ilumina mi balcón, quiero seguir jugando con los recuerdos se me hace que se fue muy pronto, parece mentira si hasta ayer estuve mirando el partido en mi pequeña cancha…….


alejandrobojor@gmail.com.....ALEJANDRO CAPLAN.




jueves, 22 de agosto de 2013

LA CARTA



Cierto día que ya no me acuerdo por ser tan lejano, era tiempo de reunirse varios amigos  creo que era siempre el segundo domingo del mes, una mesa de café varias sillas como formando un circulo eran épocas de una pasada juventud, los años fueron pasando y ese circulo cada vez tenía menos sillas hoy como hace tiempo nos reunimos, las sillas alrededor de la mesa solamente son tres la mochila de los años han dejado sus huellas,  sin embargo ahí estamos como en ese entonces claro un poco más veteranos con la experiencia que da la vida y con la amistad intacta.

Al igual que cuando fuimos jóvenes hoy son otras conversaciones aquellas han quedado en el olvido, las transformaciones que se produjeron a través de los años nuevas costumbres nuevas modas, nuevos descubrimientos han dejado atrás lo nuestro lo aprendido hasta ese entonces. De pronto tan enfrascado en la conversación estábamos que no nos dimos cuenta que el mozo estaba parado frente a nosotros,  preguntando que van a servirse nos miramos y como si tuviéramos telepatía o algo parecido dijimos al unísono un pocillo de café.


En esa pequeña reunión se habló de mil cosas hubo una que me llamó la atención era de fenómenos paranormales, telequinesia, telepatía, premoniciones, alguien del grupo estuvo hablando durante bastante tiempo parece que estuvo estudiando todo lo concerniente a estos fenómenos, que lo escuchamos con atención después de toda su alocución nos pregunta ¿Ustedes creen en los Ovnis? la pregunta quedó en el aire, llegó el mozo con los humeantes pocillos de café. El tiempo se nos escurrió como arena o como agua entre los dedos era hora de despedirse hasta la próxima.

Después de almorzar en la conversación con la patrona de sobremesa, donde se trata todo a lo referente a lo cotidiano lo de todos los días, en referencia a los hijos los nietos las eventualidades que ocurren en el momento. Un poco más relajado los sucesos relacionados con el encuentro con los amigos se me ha quedado grabado, los duendes comienzan a rondar la cabeza y comienzo a relatarle los dichos en ese encuentro, es que el hombre tiene un poco de curiosidad por lo oculto tal vez el oscurantismo. Se puede preguntar el hombre ¿Somos los únicos seres humanos? ¿Somos el centro del universo? Son preguntas que quizás nunca la podremos responder, como cuando de una plática superficial se puede llegar a hablar de lo sobrenatural.


Todo sucedió en un instante del dialogo ligero que manteníamos, de pronto vimos que debajo de la puerta aparecía un sobre siempre aparece algún sobre, o las expensas o la factura del servicio eléctrico u otros, pero este era diferente traía pegada una estampilla sellada, ahora en la era de las computadoras la televisión es raro y casi imposible que alguien escriba cartas.

Muy tímidamente nos fuimos acercando hacia la puerta con gran curiosidad ahí estaba el sobre, sería una broma pero quien haría eso por supuesto que no.Tomé el sobre y abrí rápidamente la puerta para ver quien la había acercado, nadie estaba del otro lado en el sobre se encontraba mi nombre escrito no muy legible, tampoco la dirección no tenía remitente ni código postal pero en la parte superior del sobre una pequeña esquela que decía para odontoiatra (odontólogo).

Nos miramos y supimos enseguida de que se trataba y de quien se trataba, fue una vieja amistad que supimos disfrutar en un tiempo no muy lejano, que cuando conseguía ir a su terruño se olvidaba del idioma y mezclaba los dos idiomas, una carta escrita con el corazón, que nos llegaba extraviada escondida tras un anaquel, o como cuando tiramos una botella en el mar con una nota que nunca sabremos si llegó a su destino. Jamás he de preguntar de quien fue la mano que envió ese sobre bajo mi puerta………



alejandrobojor@gmail.com..........ALEJANDRO CAPLAN

sábado, 10 de agosto de 2013

LOS CUENTOS DE DON ALEJA



Joven recién recibido de una escuela de periodismo la cuál fue mi pasión toda la vida,  con diploma bajo el brazo comienzo a buscar mi primer trabajo, entrevistas, curriculum,  puertas que se abren, puertas que se cierran, espere nuestro llamado, fueron pasando los meses y la enjundia de los primeros días se disiparon despacio, pero al final mi estima estaba por el suelo.


En esos días la tristeza me estaba doblegando, sentado en la mesa del café ensismimado en mis pensamientos se acerca Juan, un amigo con el cual siempre nos contábamos nuestras cuitas, alcanza a decirme que un amigo de él le señalo que una editorial de un matutino de provincia, necesitaba un periodista para su diario, si lo quería él podría hablar con el amigo todo quedaba si lo aceptaba o no era mi decisión.

Después de pensarlo por un tiempo, luego de hablar con la editorial resuelvo tomar el trabajo, era un diario de provincia que tenía mucha tirada. Me indican donde sería el lugar de trabajo, un escritorio una computadora una silla y mucho trabajo en la redacción.

Me llaman de la dirección un poco para conocerme y darme la bienvenida, al mismo tiempo encomendarme lo que sería mi primera entrevista, lo que dijeron que era una joven promesa literaria que vivía en la misma ciudad. Presuroso me dirijo a lo que era mi primera misión, para tal encuentro llevé mi cuaderno de anotaciones mi cámara para algunas fotografías de ocasión,


Estoy frente a la dirección que me habían dado es un edificio de departamentos, lo que se olvidaron fue el piso y el departamento tuve que llamar al encargado para llegarme hasta allí, toco el timbre del departamento me atiende una señora, le entrego la acreditación y el motivo de mi visita, bastante desconfiada me dice espere un momento cerrando la puerta justo frente a mis narices. 

No se con quien me voy a encontrar ¿será un intelectual el que se presentará con un libro entre sus manos? Se abre nuevamente la puerta y aparece un anciano de cabellos color ceniza de espesas cejas blancas de tez blanca tirando a morocho, sus ojos negros no lo pude ver bien por que su mirada medio se entrecerró como sospechando en estos tiempos violentos pero de un modo paternal me hizo pasar.

Ahí en ese instante me di cuenta que lo que pareció una entrevista era una broma de recién llegado, ese hombre que estaba parado frente a mi era la joven promesa literaria. Su departamento pequeño, de los anaqueles llenos de libros una fantasía, lo mismo que el sillón preferido tomó una silla y me invitó a ella, y me dijo Hijo de que quieres que hablemos el suplemento literario del diario me envió para poder entrevistarlo a raíz de su nuevo libro, y por supuesto quisiera saber algo de su vida, el longevo luego de mirarme nuevamente comenzó diciendo.

Vengo de un allá a lo lejos del siglo pasado, de un Buenos Aires distinto cuando todo transcurría como en cámara lenta, tanta agua ha pasado sobre mis tiempos, desde pequeño comencé a leer lo cual me fascinó sobre todo lo de ciencia ficción, automóviles que podrían alcanzar más de trecientos Km. horarios, aviones propulsados por energía desconocida en ese momento, un cohete llegando a la luna hoy toda esa ficción es realidad.


Barrios de casas bajas en estos días desplazadas por enormes edificios, yo trato de algún modo trasladarlo a la escritura, en mis tiempos se decía que estabas completo cuando te casaras tuvieras un hijo plantaras un árbol y escribieras un libro, hasta ahí lo completé, ahora si las fuerzas me acompañan voy por el segundo libro y me muestra algunos cuentos para el próximo. 

Sus cuentos lo escribe sobre una vieja computadora que también tiene una foto copiadora que alguien con mucho ingenio lo denominó el bunker del abuelo, las fotografías las tomé junto a su esposa y en vez de los anaqueles llenos de libros tras ellos la fotos de los nietos, el octogenario hace un alto en su relato me dice quieres algo para tomar, bebida blanca no tengo, nosotros no tomamos pero te puedo ofrecer un refresco o un café acepté el café, con paso cansino y lento se dirige a la cocina y luego de un rato me sirve un humeante y delicioso café.

Lo que parecía una broma, se transformó en una cálida entrevista con la joven promesa literaria, nos despedimos y quedamos vernos en otra oportunidad, dos generaciones se encontraron. Me llegué hasta la redacción del diario y le pregunté al jefe de redacción si la entrevista con el escritor iba a salir en la primera o en la última página, luego de leerla me dirige una mirada se quita los anteojos y me expresa esto va en la primera……..


alejandrobojor@gmail.com.............ALEJANDRO CAPLAN.......
    

martes, 6 de agosto de 2013

CARICIAS



En un día de invierno el tibio sol aparece a ciertas horas, siempre después del almuerzo,  es el momento que sus rayos alcanzan a mi pequeño balcón, y aprovecho para que él me empape con su calor. Tomo una silla me siento en ella estoy acompañado con mis plantas y mis flores, ellas no hablan acaso tendrán un lenguaje sin sonido, yo no sabría decirlo lo que se es que me siguen desde ya hace mucho tiempo.

En la gran ciudad frente a mi vista hay enormes edificios, cemento hierro y vidrio uno al lado de otro, es así que los rayos de ese sol va jugando a las escondidas cuando va pasando de un edificio a otro, poco a poco se va perdiendo es que queda medio balcón a la sombra. La calle tiene como guarda pretoriana una larga hilera de majestuosos árboles de una altura que alcanza hasta el piso octavo  si parece que su ápice estuviera pinchando las nubes.

Ya casi llegando a su máxima altura se inclina como haciendo una reverencia hacia la vereda de enfrente, para alcanzar al de la otra vereda como si quisiera abrazarlo darle la mano o simplemente acariciarlo, estoy en la sombra de mi pequeño balcón el fresco de la tarde hace que comience la retirada, saludo a mis acompañantes, mis plantas y mis flores y me introduzco al departamento al abrigo del frío.

Detrás del gran ventanal recorro las cortinas y observo, los árboles han quedado sin sus hojas y por el medio de sus ramas aún penetra los rayos, en el verano sus verdes ramas cubiertas de hojas se unen como si fuera un túnel, dando sombra para paliar le caléndula del verano..

Alcanzo a sentarme en mi sillón favorito tomo un libro para continuar mi lectura, algo me altera creo que es el silencio de una tarde de domingo, no puedo concentrarme y mi mente va jugando con los recuerdos.

Allá a lo lejos cuando era un niño junto con amigos de la misma edad se iba acercando las fiestas de San Pedro y San Pablo. Era en invierno para fines de junio, nos convocamos para juntar madera para la gran fogata, que como un rito lo hacíamos todos los años se acopiaban ramas. 

Al verdulero los cajones de madera, la incógnita era saber donde las guardaríamos nadie quería guardarlas en la casa, entonces se decidió esconderlas entre las ramas de los árboles para que el día señalado la tendríamos a mano.

Siempre en el mismo lugar sobre el empedrado en el medio de la calle, los que no estaban muy a gusto eran los vecinos de ambas aceras, pero entre ruegos y por favor conseguíamos realizarlo, Una gran fogata que iluminaba toda la calle y nos protegía del frío del invierno. 

Alguien o algunos consiguieron un elástico de cama y papas para poder asarlas, esas papas que en casa no comíamos allí en medio de la fogata era para toda la barra manjar de los Dioses.

Si parece que fue ayer como si el tiempo no hubiera pasado, es que vivo a varias calles de aquel suceso nunca me fui del barrio, de la barra ya nadie queda, pero el otro día me encontré con uno de ellos en una de esas vueltas por el parque, y nos pusimos a conversar y recordar, él fue que me hizo acordar cuando en el baldío de la esquina se instaló una calesita.

Como me voy a olvidar nunca la olvidaré, la calesita de Don Luis detrás de una pequeña cabina con una ventanilla preguntaba ¿Cuántas vueltas quieres? Don Luis déme tres entonces como si fuera un colectivero te entregaba tres boletos de colectivo que con cada vuelta el los iba recogiendo y cortando. 

Siempre riendo y con una bolsa de caramelos que iba entregando a cada uno. Que encanto tiene el girar de la calesita que hipnotiza a los pequeños, con sus vueltas van girando también los sueños de ellos, lo mío era montarme en un caballo de madera queriendo ser un jinete, un vaquero del far west o quizás el llanero solitario, esos que se veían en el cine, o mi amigo sentado en algo parecido a un auto de fórmula uno amante de la velocidad.


Mientras tanto calesitero y también dueño jugaba con ellos con la sortija, el que llegaba a sacarla tenía una vuelta gratis, a veces lo intentaba pero ella me era esquiva, mientras la conversación se alargaba al mismo tiempo el tiempo de cada uno se acortaba, nos despedimos con un abrazo y quedamos en encontrarnos más adelante.

La piqueta del progreso ha hecho desaparecer el viejo arrabal de casa bajas, su fisonomía ha cambiado imponentes moles de altos edificios lo ha transformado, sus calles un gentío un ir y devenir de gente autómatas siempre de prisa sin siquiera saludar.

Automóviles, ómnibus, frenada bruscas, ulular de sirenas, bocinas, es lo que resuena en nuestros oídos. El modernismo se ha impuesto que hermoso y moderno ha quedado el barrio si hasta esos bares antiguos se han transformado. 

Las plantas y hojas decorativas inundan el ambiente, sobre una pared un gran televisor. El progreso lentamente ha ido desplazando a la inmensa fogata de San Pedro y San Pablo al elástico de cama y las sabrosas papas asadas no existen más.
En el barrio no hay calesitas que hagan girar el sueño de los niños, no existen los baldíos lo han usurpado los grandes edificios y la piqueta del progreso ha hecho desaparecer los cines del barrio.

Que moderno ha quedado el barrio……¡¡¡Que lejos han quedado mis recuerdos¡¡¡


alejandrobojor@gmail.com...............ALEJANDRO CAPLAN