concierto de Aranjuez

martes, 28 de mayo de 2013

UNA HISTORIA SENTIMENTAL

En un día de un otoño en el cual el frío se hacia sentir, una tarde donde el sol entibiaba lentamente las calles, el hombre decide salir a caminar sin rumbo fijo, tratando que el calor de ese sol lo bañara con sus rayos de la última hora.


Se para frente al espejo mira su abrigo y considera que era el adecuado e imaginando que algo le faltaba a su atuendo, se coloca un gorro de lana, se mira por última vez al espejo cierra la puerta, reflexionando que ya hacía tiempo que no lo intentaba, por una u otra cuestión lo había postergado.

Hoy se decidió, una sensación de tristeza agotamiento, pero lo real es un decaimiento, el hombre se repone y continúa su camino  encuentra en ella un gentío, era la hora de mayor tránsito, hombres y mujeres que miran sin ver, apurados, algunos con su celular en las manos o en sus oídos, él camina despacio, lleva en su espalda la pesada mochila de los años, camina entre ellos, acompañado con su amiga la soledad, solo entre tanta gente.

De pronto oye atrás suyo alguien que le dice como estas, se dio vuelta para ver quien lo llamaba pero no, un hombre que hablaba por el celular muy fuerte, habla tan alto que no necesita teléfono, ya cansado en su peregrinaje, observa en la vereda opuesta una cafetería, se sienta en una mesa, el mozo que lo atiende le pregunta que va a tomar, le responde un café bien calentito.

Esperando el pedido va observando a los parroquianos de las distintas mesas, sin mucho en que pensar, se le ocurre prestar atención en la mirada, alguien dijo que los ojos y las miradas son las ventanas del alma, las hay inquisidoras, de asombro, algunas miran al infinito, esas son las pensativas, el mozo trae el pedido, va tomando sorbo a sorbo su café, el aroma y el mismo le sabe a néctar.

De pronto se encuentra parada ante él una pareja, su vestimenta parecía no el adecuado para ese momento, en la cual la temperatura era muy baja, y un poco tratando de hablar el idioma no lo puede entender, eran turistas que se le acercaron, un poco porque estaba sentado solo y otro poco por el cabello blanco de su cabeza.

Tal vez pensando que el anciano con más calle que sabiduría podría solucionar su problema, un poco gesticulando con ademanes y un librito que traducía se pudieron entender, visto desde otro ángulo, era lo más parecido a una de esas películas italianas, que en otros tiempos lejanos había visto en el cine.

Como en el barrio había muchos negocios, pululaban los turistas y por fin se entendieron, lo que buscaban esa pareja era una calle de ese barrio, que le habían recomendado, donde se vendían ropa de cuero, el amigo con más calle que sabiduría nacido y siempre viviendo en el mismo barrio, era conocedor de los muchos locales y les indicó, donde se encontraba la secreta y misteriosa callecita de Buenos Aires  que los turistas agradecieron. 

Esas sensaciones de tristeza decaimiento poco a poco se fueron, y comenzó a ver pasar la vida, con  otros ojos y más aún más cuando vio pasar a un amigo a través del vidrio del bar, presuroso corrió hasta la calle hasta poder alcanzarlo, era en los tiempos de su juventud, uno de los amigos inseparables, por que el destino así lo quiso, los caminos se fueron alejando y separando, ahora el destino quiso que un recodo de ese camino se encontraran por pura casualidad. 

Lo llamó por su nombre, el otro se alegró y juntos regresaron al bar, por un rato imaginemos las sensaciones que habrían sentido esos amigos de encontrarse nuevamente, se sentaron en la mesa junto a la ventana que da a la calle, vieron pasar gente y más gente, pero ellos se miraron y se vieron recordando aquellos días de su juventud.

Los dos quisieron saber que era de sus vidas, el hombre de nuestro relato comienza diciendo que su vida era normal, felizmente casado con hijo nietos, la rueda de la vida, y por el momento jubilado, le pregunta al amigo que me puedes contar de la tuya, este con una amplia sonrisa, dice lo mío fue como un cuento, esos que cuentan los abuelos en esas tardes de lluvia.

Comienza su relato, diciendo que una tarde como cualquier otra, estaba trabajando en su oficina, cuando el director lo llama a su dependencia, le pareció raro pensé que algo pasaba, me hace pasar, estaba acompañado por dos personas bien trajeadas, y me dice estos señores lo están buscando. 

Una sensación extraña corrió de la cabeza a los pies, uno de ellos me pregunta mi nombre y apellido, el de mi padre y mi madre que ya hacía unos años que se fueron al cielo, me pregunta si tengo documento que lo acredite, se lo enseño y mirando al otro individuo le dice es él, por fin lo encontramos.

Señor nosotros representamos a la firma de abogados Family Estudios Imperflet y en este momento confirmamos, que usted es el legítimo heredero y me nombró el apellido ese apellido ya lo había oído nombrar varias veces al abuelo, pero yo no lo conocía y tenía que ir Nueva York, a la oficina central para firmar los papeles correspondientes, lo primero que pensé que era una broma de los compañeros de oficina, pero después pensé ellos no sabían el apellido, en ese momento dicen que me puse pálido y solo atiné a pedir un vaso de agua.


El amigo continua diciendo, esos abogados dijeron que buscaron por todo el mundo y como no tenía descendientes por línea sanguínea, yo era el único heredero de una gran fortuna, proveniente de minas de diamantes en el Africa y otras muchas propiedades desparramadas por casi todo el mundo.

Aasombrado por tal situación acostumbrado a lo cotidiano me adapté, y comencé a realizar lo que siempre me agradó que fue viajar, y muestra de un celular de última generación las múltiples fotografías que había sacado durante su viaje alrededor del mundo Nueva York con sus altos edificios, la tranquilidad de la hermosura de la naturaleza de un amanecer en Ibiza, caminar en un frondoso parque en Boulogne Francia.



De pronto entran dos personas con unos uniformes de enfermeros, lo levantan casi en vilo al compañero y lo llevan, en ese momento alcanza a decir son unos amigos, nuestro amigo mira a través del ventanal, y ahí estaba estacionada una ambulancia en donde introdujeron a mi acompañante, sobre la mesa queda el celular, lo toma, llama al mozo y le paga la consumición, preocupado por tal situación se dirige a su casa pensando lo que había ocurrido, una rara y amarga sensación le recorrió el cuerpo.

En su casa más sereno analiza la situación, realmente ocurrió todo lo que dijo o simplemente era un demente, ¿ Se lo habrán llevado por la fuerza?, en el celular estaban las fotografías, unos paisajes hermosos de casi todo el mundo, inclusive muchas de ellas con mi amigo saludando, me habría dicho que eran unos amigos, para no comprometerme, todavía no lo puedo comprender.


Estoy convencido que algún día recorriendo nuestros caminos, en alguna esquina nos vamos a encontrar para hablar de nuestra juventud, sentados tranquilamente en una mesa de café, y tomarlo calentito, sorbo a sorbo.


alejandrobojor@gmail.com..........ALEJANDRO CAPLAN



viernes, 17 de mayo de 2013

ENCESTANDO TRIPLES




Si pudiéramos guiarnos por el título de este relato, pareciera más a una nota deportiva pero casi siempre, detrás de cada fotografía  hay toda una historia de vida, el que narra es un antiguo comentarista deportivo, menciona que una tarde de invierno, donde un frío polar invadía la ciudad, el salir a la calle era una aventura para este anciano, estando con su esposa, comenzaron a mirar viejas fotos, para tal fin contaba con dos viejas valijas, esas de cartón, repletas de fotos, algunas de colores y otras en blanco y negro muchas de ellas autografiadas. 

Las mismas son colocadas sobre una mesa, mientras una mateada con biscochitos va de mano a mano, las observa, su retentiva intacta, reconoce en que tiempo, en que época las había obtenido, junto con ellas hay una que lo impacta emocionalmente, es una en blanco y negro ya medio amarillenta, la toma y mira el reverso para ver si estaba autografiada, y efectivamente ahí estaba estampada su firma, fue en una época, allá en un tiempo, que todo lo distancia, un amigo de la infancia.


Su comentario era esperado por la narración del evento, largas noches de redacción sobre su máquina de escribir, fumador compulsivo le dio un gran susto y lo dejó, pero quedó un poco dañada su salud, con el advenimiento de la televisión, y jóvenes promesas tomaron poco a poco su espacio, en un país futbolero, casi siempre este comentarista se refería a los partidos de fútbol de los días domingos, el basquetbol quedaba en un segundo plano, la famosa foto que aún retenía en sus manos, era de un basquebolista y además el amigo Eduardo, al que en su equipo le decían el alemancito un muchacho alto y rubio, fue en su tiempo famoso por encestar triples en sus partidos.

Comenta con su esposa, a este muchacho lo conozco de la primaria, y nos hicimos amigos, mi turno era el de la mañana y él de la tarde, fueron algunos años que coincidimos que por asuntos familiares pasé al turno tarde, vivíamos en el mismo barrio su departamento no difería mucho del mío, mucho más tarde me enteré que a su casa se la nombraba en un famoso sainete de Alberto Vacarezza.


Mientras que lo mío era jugar a la pelota con los amigos, me pongo a recordar, el Bocha Cara de Goma, Luisito y otros que los recuerdo, pero las neuronas se empecinan, y los nombres son historia, Eduardo concurría a un club de barrio, Club Social Villa Crespo a practicar basquetbol, un club muy bonito, con un jardín en la entrada, sus amplios salones y al costado de los mismos, un patio inmenso de forma circular al aire libre, en donde siempre se realizaban bailes de carnaval, con selectas grabaciones, donde ya más grande solíamos concurrir, al costado una cancha de basquetbol de polvo de ladrillo también al aire libre.

Nos volvimos a encontrar en el secundario de pura casualidad, estábamos en el mismo año, pero como siempre en distintos turnos, él ya estaba jugando en una divisional, y me hizo interesar por el juego, y con todo el grupo de amigos lo fuimos a ver, desde aquel día lo seguíamos jugara donde jugara, nos fascinaba el juego, y por supuesto el que era nuestro ídolo.

Por ese entonces se jugaba el campeonato Metropolitano de basquetbol, en el que intervendrían equipos que en aquella época tenían predicamento, Gimnasia y Esgrima de Villa del Parque, Palermo, River Plate, Macabi, son algunos de ellos, y entre todos nuestro humilde Villa Crespo, todo hecho a pulmón, como dice la canción de Alejandro Lerner, en esos campeonatos pude ver a grandes jugadores, aunque era un juego de amateurs, los mismos dejaban hasta la última gota de sudor en cada juego, era el amor a la camiseta, nuestro equipo, por que era nuestro equipo, se distinguían Denatale el de los famosos ganchos, los batalladores hermanos Battilana, y por supuesto el Alemancito algún memorioso, encontrará tal vez el nombre, del que embocaba los triples desde la punta de la cancha detrás de la línea pintada.

El Luna Park está colmado, se juega la final del Metropolitano, en el está el modesto equipo de barrio, Villa Crespo, y para asombro de muchos y alegrías de otros, Villa Crespo campeón corría el año 1963, gran caravana desde el Luna por la calle Corrientes hasta la sede, cada vez que lo recuerdo una sonrisa se divisa en mis labios.


Va quedando muy atrás en el tiempo aquel lejano 1963, las huellas del Alemancito se me fueron perdiendo, los caminos de la vida nos acerca o nos aleja, no lo vi más, pero se que donde quiera que esté, estará encestando triples.

Un recuerdo para esa hazaña de esos luchadores de la vida. Hoy yo los saludo.CAMPEONES 

alejandrobojor@gmail.com.........ALEJANDRO CAPLAN         

viernes, 10 de mayo de 2013

AÑORANZAS


En un pasaje del tiempo sin tiempo un hombre cansado de su rutinario viaje mirando a través de la ventanilla del tren, como hipnotizado por el paisaje juega con sus pensamientos sus recuerdos como pequeños duendecillos, le traen las voces de otros tiempos cuando felices días aquellos que quedaron grabados en sus retinas y en su alma, este personaje es un escritor no sabe como empezar a escribir su relato, día gris y lluvioso propicio para novelar su escritura con el sonido del silencio.


Cansado el hombre de su rutina diaria, en un claro oscuro de la tarde, ya casi anocheciendo, buscando un alivio para sus fatigados ojos, su refugio es un viejo sillón tan antiguo como él, joven otoñal, entrando a los cuarteles de invierno, frágil palabra que el tiempo la deshace, todo el mobiliario se ajusta a la edad de nuestro individuo, una mesa cuatro sillas, y sobre la mesa un centro de mesa con flores, dando una muestra de color en esa habitación.

En un rincón de la misma un hogar, y junto al crujir de la leña, el sillón de tela un poco deshilachada, el individuo se siente a gusto sentándose en él, ya lleva muchos años haciéndolo, es una rutina, un hábito, consigue sacarse los lentes, y con los dedos se restriega los ojos, y apoyando su cabeza trata de descansar, sus ojos lentamente se van cerrando, y a su vez en su mente aflora añoranzas de sus primeros años, y esboza una sonrisa cómplice.

Sus pensamientos se van trasladando hacia un pasado lejano en el tiempo, cuando era un chico, sus ojos se han cerrado, y entre sutiles y etéreas nubes, como flotando sobre ellas el sueño lo ha vencido, de pronto en su sueño percibe como si esa época no hubiera pasado, una casa de departamentos, un pasillo largo y angosto, su casa, las voces de ese entonces le llegan como música para los oídos.

La calle. con sus adoquines  daban al empedrado una brillantez, a las mañanas, el rocío de la noche, y a las noches la luz mortecina del alumbrado de las mismas, llegan a este sueño hecho realidad, los personajes de ese entonces, un amigo de los primeros años, cuando no tenía permiso para cruzar la calle, ni él amigo tampoco, de pronto llegaba a su casa, donde jugaba en el patio, tenía la particularidad que el trabajo de los padres era que en su misma casa, había un salón en donde habían colocado mesas y proveían comidas, era una sopa de un color rojo que tenía mucha aceptación por los comensales

Fue tanta la aceptación que se mudaron a una casa más grande, cerca de la casa, es así como no podía cruzar las calle, al amigo Boris no lo vio nunca más, se perdió en el tiempo, van surgiendo en el sueño, algunos personajes uno se distinguen de los demás es así, Don Saúl, el almacenero con su impecable delantal de un color, nunca se sabrá de que color era, pues tenía tantos lamparones en el mismo que lo cubrían totalmente.

Una balanza con dos platillos, un fiel, pesas de un Kilogramo, de medio, y de un cuarto sobre un platillo un papel blanco, un kilo de azúcar, un cucharón, una bolsa, cucharón a la bolsa llena de azúcar, que vierte sobre el papel, y en el otro platillo la pesa, luego de pesarlo lo envolvía con el mismo papel, parecía una empanada con un repulgue en la parte superior.

Toda la vida va pasando en la misma calle, una carreta, una persona en el pescante, el sonido inconfundible de las herraduras sobre el empedrado, a viva voz, hay sandía calada señora, hay sandía calada, y el carro lleno de esa fruta, otro con un carrito lleno de naranjas, hay naranjas grita el mismo, a diez centavos barato señora un regalo.

El peluquero que tenía un solo corte, media americana, todos los chicos del barrio con el mismo corte, nuestro hombre ya está sonriendo aunque él no lo sepa se va esfumando su sueño, se despierta pero querría estar en la otra dimensión por un rato, la realidad del presente tiene otras obligaciones, se dispone nuevamente volver al trabajo, se coloca los lentes. 

Da una ojeada a la habitación, los leños aún siguen crujiendo, afuera a través del ventanal, la tormenta está en su apogeo, los relámpagos alumbran en un momento la habitación, le siguen el estruendo de los truenos, la lluvia va cayendo y pequeñas gotas empapan el vidrio del viejo ventanal, y nuestro individuo ya casi termina sobre la computadora, la parte final de su novela


aljandrobojor@gmail.com..........ALEJANDRO CAPLAN........

viernes, 3 de mayo de 2013

INMIGRANTES CIEN AÑOS DE HISTORIA


 En un día del frío invierno, allá en los albores del nuevo siglo, corría el año mil novecientos seis, llega después de una larga travesía, allende los mares a la ciudad de Buenos Aires, un inmigrante de altiva estampa, con ojos asombrados no alcanzaba su mirada a vislumbrar, lo que se le presentaba ante sus ojos,

 Su vestimenta provinciana por si sola se distinguía de los ciudadanos comunes de la gran urbe, traía un sombrero de ala ancha, que casi no se podía ver sus ojos de un color verde, de mirada intensa, con él, su esposa con un bebé de meses llegaban a un país que los esperaba, a él y a tantos otros con sus sueños y esperanzas.

Como si fuera una imagen copiada de la torre de babel, vienen bajando del navío, personas de distintas nacionalidades, con su lenguaje y sus acentos, se van asentando en una ciudad que los abrigaría por el resto de su estancia, ellos traen consigo la cultura del trabajo, podría escribir por horas, y hasta escribir una novela, describiendo hechos de vida de distintos inmigrantes, a lo largo de un siglo.

Los relatos que podría describir, algunos vienen de generación en generación, otros muchos los he vivido por casi ochenta años, espero escribir una novela, para eso espero los próximos ochenta años.

En esas tantas tardes, de cuando en cuando, el abuelo se acordaba con nostalgia, el lugar del cual había dejado, e iba contando anécdotas.

 Proveniente de una remota isla enquistada en el Mar Mediterráneo, su infancia, sus juegos, en fin su vida hasta llegar a su lugar en el mundo, rodeando al abuelo, los nietos escuchaban su historia, y creían estar inmersos en un cuento de esos de los Mil y Una Noche.

A lo largo del tiempo y las época, fueron cambiando costumbres, hábitos, modas, todo cambió a lo largo del siglo, solo hay algo que no cambió, la palabra y lo que esos pioneros enseñaron honestidad por sobre todo.

Descendientes de aquellos pioneros, siguiendo sus huellas, sus pisadas, que han hecho caminos, siguiendo su senda, hoy me encuentro escribiendo este pequeño relato, como un agradecimiento para todos los inmigrantes como mi abuelo a través de un siglo 


alejandrobojor@gmail.com ...........ALEJANDRO CAPLAN