En un día del frío invierno, allá en los
albores del nuevo siglo, corría el año mil novecientos seis, llega después de
una larga travesía, allende los mares a la ciudad de Buenos Aires, un
inmigrante de altiva estampa, con ojos asombrados no alcanzaba su mirada a
vislumbrar, lo que se le presentaba ante sus ojos,
Su vestimenta provinciana
por si sola se distinguía de los ciudadanos comunes de la gran urbe, traía un
sombrero de ala ancha, que casi no se podía ver sus ojos de un color verde, de
mirada intensa, con él, su esposa con un bebé de meses llegaban a un país que
los esperaba, a él y a tantos otros con sus sueños y esperanzas.
Los relatos que podría describir, algunos
vienen de generación en generación, otros muchos los he vivido por casi ochenta
años, espero escribir una novela, para eso espero los próximos ochenta años.
En esas tantas tardes, de cuando en cuando, el
abuelo se acordaba con nostalgia, el lugar del cual había dejado, e iba
contando anécdotas.
Proveniente de una remota isla enquistada en el Mar
Mediterráneo, su infancia, sus juegos, en fin su vida hasta llegar a su lugar
en el mundo, rodeando al abuelo, los nietos escuchaban su historia, y creían
estar inmersos en un cuento de esos de los Mil y Una Noche.
A lo largo del tiempo y las época, fueron
cambiando costumbres, hábitos, modas, todo cambió a lo largo del siglo, solo
hay algo que no cambió, la palabra y lo que esos pioneros enseñaron honestidad
por sobre todo.
Descendientes de aquellos pioneros, siguiendo
sus huellas, sus pisadas, que han hecho caminos, siguiendo su senda, hoy me
encuentro escribiendo este pequeño relato, como un agradecimiento para todos
los inmigrantes como mi abuelo a través de un siglo
alejandrobojor@gmail.com ...........ALEJANDRO CAPLAN
alejandrobojor@gmail.com ...........ALEJANDRO CAPLAN
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