concierto de Aranjuez

miércoles, 26 de abril de 2017

EL ÚLTIMO HALCÓN


El hombre ingresó después de mucho tiempo, al lugar que le era común en otras épocas,  su vestimenta difería del resto de los parroquianos, lo miraron con cierto recelo al recién llegado, su contextura física lo hacía como si fuera más alto, de lo que en realidad era, su campera de cuero negra ancha, más amplia que el común, cierre relámpago y cinturón con hebilla dorada, pantalón moderno y botas, traía colocados un par de lentes  tornasolados para cubrirse de los rayos solares, parecía un personaje extraído de esas películas de Far West del lejano oeste esas que vimos cuando chicos.


No fue desapercibida su presencia por los demás comensales, más cuando llevaba puesto, ese par de anteojos oscuros en un día desapacible, nublado, ventoso y por momentos lluvioso, si el objetivo de este personaje era pasar desapercibido no lo consiguió, muy por el contrario todas las miradas se concentraban en él.

Sus gestos ampulosos eran por si grotesco, su caminar y taconeo de pisada fuerte, todo el era una caricatura de lo que podíamos decir normal, tenía un defecto, que se lo observó cuando se dirigió al mostrador, no balanceaba los brazos al caminar, los mismos se movían al unísono, su brazo derecho cuando movía la pierna derecha, y el izquierdo con su pierna izquierda.

Ya llegando al mostrador introduce su mano dentro de su campera, expectante el dueño detrás del mostrador, pensó en un asalto, lo mismo que los parroquianos, que con gran disimulo dejaron vacío el salón, logra sacar de entre su ropa un atado de cigarrillos, el alma del dueño, que ya la tenía atravesada en la garganta, se le vino a los pies y con un suspiro y tembloroso con voz entrecortada, solo atinó a decir, al señor que se le ofrece, a su vez le dijo por lo bajo, hay un reglamento que en el salón no se puede fumar.

Es el momento que el desconocido se da a conocer, y le dice Francisco no me conoces yo soy Raúl, hace tiempo que no venía, me fui hace mucho tiempo a otras tierras, pero volví a tratar de encontrarme con los amigos de entonces, la nostalgia se siente y siempre se piensa volver al terruño.

Nuestro individuo en su tiempo junto con los amigos de ese entonces, había formado una pandilla, al que denominaron los halcones, siempre iban acompañándose haciendo sus travesuras, pequeñas tan pequeñas, como el mismo pueblo que habitaban.

Don Francisco recordó en es momento a la pandilla, y fue contando al hombre que está junto a él, uno por uno los recordó, lo tomo de los hombros paternalmente y le fue diciendo, algunos de ellos se fueron de gira y capaz que lo están mirando desde arriba, algunos otros los caminos de la vida los llevó caminando su estrella, entonces nuestro hombre se encogió de hombros,  y se sentó melancólico en la última mesa, ya casi no se notaba su estatura, era un simple hombre abatido, tratando de recordar su pasado.



Consigue sacarse sus lentes, que los deposita sobre la mesa, su mirada lánguida parece perderse en el infinito, mira hacia el exterior, el viento va levantando una polvareda de tierra, cree ver detrás de ella unas figuras, fantasmas del pasado que vuelven, se ve jugando con ellos, a ese hombre curtido por la vida, una lagrima va corriendo y mojando su mejilla, lentamente muy lentamente, va tomando sorbo 
a sorbo el humeante pocillo de café que Francisco le había servido

alejandrobojor@gmail.com

lunes, 24 de abril de 2017

MEMORIAS



En la habitación hay un individuo queriendo dormir en esa noche tan húmeda y calurosa, él lleva sobre su piel curtida las huellas de mil soles y lunas alegrías y tristezas llantos y risas a través del tiempo. Duerme en una posición fetal casi en una regresión atávica, quizás queriendo emular estar dentro del seno materno.

De pronto se despierta sudoroso y se dirige al balcón para si tomar una bocanada de aire fresco, la noche presagia lluvia negros nubarrones se presentan en el horizonte haciendo que la noche se vea más oscura, se sienta en su sillón preferido entre el perfume de sus flores y el aroma de sus plantas.


Nada perturba su paz cómplice es el silencio de la noche solamente en la lejanía el silbato de un tren, de pronto un relámpago ilumina el lugar le sigue el estruendo del trueno y comienza a llover, las gotas van cayendo sobre el alero su monótono tintinear y la brillantes de los relámpagos iluminan sus recuerdos.

Allá en la lejanía del tiempo van cabalgando recuerdos que se le presentan como un presente en un mundo cambiante vertiginoso sus, recordaciones son su remanso de paz su niñez y sus costumbres vestido con su gorra sus pantalones cortos medias tres cuartos una camisa y la infaltables zapatillas azules.

Voceando los diarios de la tarde en una esquina cualquiera una catarata de recuerdos le viene a la mente, su casa el largo pasillo sus baldosas en damero blanco y negro hasta la puerta de calle que nunca se cerraba el parral del vecino, los juegos con los amigos que ya se fueron caminando por los jardines de sus estrellas.


El anciano piensa nunca nos dimos cuenta de los felices y ricos que éramos sentados en esa gran mesa de año nuevo, ahí estaban los abuelos los padres todos los parientes tíos primos inmigrantes del principio del siglo pasado, bullicio alegría y una canción que trajeron allende los mares que todavía suena en sus oídos. Échale guindas al pavo que yo le echaré a la pava.

Las tertulias de un sábado entre mate y mate y tortitas fritas, el tiempo se escurría entre charla y el infaltable juego de lotería con sus números de madera y sus coloridos cartones, para darle más atractivo al juego cada jugador contribuía con cinco centavos por dos cartones para los ganadores de línea y cartón, juego de mayores los niños a sus juegos.

Evocaciones de un pasado que poco a poco se fue transformando en lo que es hoy un mundo acelerado presuroso, la urgencia a suplantado a la conversación la tecnología con sus computadoras sus teléfonos celulares es la opción del hoy.


Ha dejado de llover el anciano se levanta y mira hacia el cielo que ahora se ve estrellado, sus memorias lo llevaron enredado por un rato entre los hilos de una telaraña y piensa que sutil encanto tiene rememorar los recuerdos.