concierto de Aranjuez

domingo, 23 de junio de 2013

LA LEYENDA DEL COLECCIONISTA





Al atardecer en el ocaso del día, casi anocheciendo, terminado el trabajo en la estancia,  el paisanaje se van reuniendo alrededor de un fogón, donde en una rueda de mate comentan los sucesos acaecidos durante el mismo.

Entre mate y mate van surgiendo historias y anécdotas, que en boca de los más viejos,  que son los que vivieron los relatos, son para los demás como cuentos que nunca habían escuchado, uno a uno lo van narrando.


Hubo un tiempo que en la soledad de la planicie, comenzó diciendo, esta Estancia era una más de varias que tenía un hombre, enormemente adinerado que por herencia le habría correspondido, de pocas palabras, ceñudo, autoritario, su capataz era el encargado de transmitir sus órdenes, de cuando en cuando se llegaba para dar sus mandatos, con él venía su familia, su esposa y sus tres hijos, dos varones y una mujer.

El tiempo fue transcurriendo, de manera imprevista, a consecuencia de un accidente el matrimonio perece, la herencia había quedado en manos de los hijos, que a esta altura ya eran mayores, cada uno fueron caminando su camino, su destino, sus figuras se van obscureciendo hasta desaparecer. 

No así el hijo mayor que fue el que heredó la estancia, sus actitudes, su forma de ser era un calco del padre, huraño, introvertido, soberbio, cualidades que no caían bien entre la gente de la estancia, continuó diciendo el paisano no sabría decirles pero conmigo su comportamiento variaba, tal vez por que me conocía de chiquillo.

Un cierto día se acerca, y me expresa que no regresaría hasta después de un año, puesto que quería conocer otros lugares, aprovecharía para viajar, y me pide que mientras tanto,  me hiciera cargo del campo como capataz. 

Fue en ese tiempo que se aficionó a lo que el decía su hobby, para mas luego un hábito, una obsesión, la cual jamás pudo desprenderse, hay muchas formas de ser coleccionista, de sellos, juguetes , botellas, hay un sinfín de colecciones, pero Raúl que así era su nombre, coleccionaba armas de fuego armas blancas, era tal su reputación, que fue en su tiempo uno de los mayores coleccionista del mundo.

A su regreso hizo construir una fastuosa casa, donde viviría y tendría su invalorable colección, siempre atento cuando surgía algo que le interesaba, partía, no importa donde cerca o lejos, lo más importante para él, era conseguir algo más para su colección.

Solamente una vez lo vi muy preocupado, pregunté que le pasaba, y me dijo que tenía un presentimiento extraño, le había llegado un telegrama, en el cual le ofrecían una pieza única, una jambia, quedé absorto, nunca había oído esa palabra, se río cosa extraña , siempre estaba con el ceño fruncido, y me dijo que era una daga curva que se usa en algunas regiones de Arabia, la misma tenía incrustaciones de piedras preciosas,  que había pertenecido a un poderoso jeque, del tiempo de las cruzadas en la conquista de Tierra Santa.

Seguía preocupado el hombre, comentaba el viejo paisano, tomó dos sillas y me invitó a sentarme en una de ellas, y con voz acongojada, me expuso la historia de esa daga resulta ser que la misma, fue pasando de mano en mano, hasta este momento, era una antigüedad única en su tipo, pero había un problema, todos los propietarios de la misma,  fueron desapareciendo de una extraña enfermedad, se hablaba de cierta maldición que portaba, ese era la gran preocupación que lo tenía confundido, y se decía a si mismo que todo lo que se hablaba era pura superstición.

Ya había pasado varios días cuando se presenta, y me dice, me decidí voy a ir a buscar el objeto, y se fue al otro lado del mundo, para obtener tal preciada antigüedad,fueron pasando los días, los meses, como casi un año de su partida, se muestra en la Estancia, había conseguido traer el preciado objeto, se lo veía contento.

Cuentan la gente de la Estancia, que por las noches siempre se veía en la mansión, luces encendidas en los mismos cuartos, la comidilla general, es que se pensaba, que el dueño se quedaba admirando su colección, nunca pudieron confirmarlo, ninguna vez pudieron entrar en el lujoso caserón.

En cierta ocasión como caso excepcional, sigue relatando el paisano, me invita a la casa,  era una lujosa casa con numerosos cuartos, en la planta baja tres inmensos salones, en donde tenía su enorme colección, había armas de colección desde las primeras de fuego,   asimismo eran las de arma blanca, pero la invitación como un privilegio, fue para mostrarme la última adquisición,  muestra una caja cuadrada más bien pequeña, toda recubierta con una tela de seda de color rojo, y ahí se encontraba la jambia, la daga curva en donde brillaban los diamantes encastrados en su mango, pero más brillaban los ojos del dueño que parecía salirse de sus órbitas.


Pasado un tiempo estaba haciendo la tarea diaria, cuando me avisan que el Sr. Raúl me necesita en la casa,  me acerco a ella y me atiende un anciano que no era otro que el dueño, de su altivez de su soberbia no quedaba nada, una extraña enfermedad lo estaba consumiendo, como en la primera vez que me habló, toma dos sillas me invita a sentarme en una y me comienza a hablar y se despide con un adiós.

Luego de esa visita, pasaron alrededor de dos meses, cuando su alma se elevó al cielo,  como no tenía descendientes directos, toda la fortuna quedó en manos de sus sobrinos, de jóvenes ambiciones  desmedidas, en cuanto pudieron hacerse de ella, lo primero que hicieron fue deshacerse de la invalorable colección que le llevó toda la vida, la malvendieron, así también todos los campos y la estancia a unos señores que por su acento parecían extranjeros, agregó, la tapera que se encuentra cubierta de maleza era en su tiempo una lujosa mansión.

Al mismo tiempo de su narración, se iba adelantando y acercando al fogón, entonces todos vieron quien hablaba, era un paisano entrado en años, usaba un sombrero, pañuelo al cuello, bombachas de campo, y unas botas marrones, en cuanto a sus facciones, una barba blanca tupida, su mirada acerada, ojos rasgados, como achinados por los fuertes vientos que asolaban la zona, la piel de la cara, curtida por exponerla toda la vida al calor del verano y las gélidos fríos del invierno y al viento Pampero.


En un momento hizo un movimiento, como para acomodarse el facón en el cinto, y colgando del cinto, una bolsita negra, el hombre se dio cuenta que todos lo miraban y les confesó, que cuando el dueño lo citó por última vez, quizá sabiendo que su final estaba cerca, le regaló la daga que él llevaba colgada en su cinto.

La extrajo de la bolsa y la mostró, un asombro generalizado, nadie nunca vió una alhaja semejante, alguien alcanzó a decir, y usted no le teme a la maldición que le precede, además tiene un incalculable valor, una gran carcajada sonó y el hombre dijo, la maldición no existe es superstición un mito.


Dicho esto ensilló su caballo, se subió y partió al galope  hacia la señera pampa, se fue, envuelto por la negra noche  nunca nadie lo volvió a ver, lo buscaron pero no hubo caso, pareciera que se lo tragó la tierra.

Cuentan los lugareños sensibilizados a todo lo misterios, al curanderismo, al oscurantismo, que quizás el hombre que vieron era un fantasma, el espíritu corporizado del dueño, que querría que se supiera su historia, del hombre aquel que se hizo llamar

EL COLECCIONISTA


ALEJANDRO CAPLAN...........alejandrocaplan@gmail.com

domingo, 16 de junio de 2013

EL HOMBRE QUE VOLVIO........DE UN SUEÑO

En una de esas tardes que el tibio sol de otoño invita a caminar, me dirijo hacia el parque cercano, como para como se dice estirar las piernas, y aprovechar para tomar una ducha bajo ese sol, después de dar una vueltas alrededor de él, el cansancio se apodera de mi cuerpo, justo en una esquina del parque diviso frente a la plaza un bar, me dije sería bueno descansar un poco, y de paso tomar un café que a esa hora de la tarde,  mientras saboreas el mismo en solitario, juegas con los recuerdos.


Estaba yo sentado en una mesa, al lado de la ventana, donde el sol que ya casi se ponía en el ocaso de su día, escucho una voz conocida, que me dice Ale como te va, hace mucho tiempo que no nos vemos, toma una silla y se sienta a conversar.

Dentro de la conversación nace una anécdota, que se la contó un amigo, que se la contó el cuñado, esta a su vez, la escuchó del primo del cuñado, en fin una ensalada de dichos que nunca la esclarecí, pero la anécdota en si no era frecuente escucharla, claro cuando se corre de boca en boca, la misma se agranda, por que alguno la magnifica agregándole algún bocadillo.

Según lo que comentaba mi amigo, un cierto día que no precisó, una persona que estaba bajo un profundo stress en su trabajo, que era la de un profesional de la medicina, su rutina consistía ir por la mañanas a trabajar en un hospital, al que siempre se lo veía llevando en la mano un portafolio, y en el brazo una chaqueta, el portafolio era la incógnita que nunca la pudieron desentrañar, no llevaba nada extraño solamente un sándwich, una servilleta, y una manzana, eso si es lo extraño, es que luego del hospital, trabaja en una clínica y entre un trabajo y otro aprovechaba para comer sus vituallas, sentado en algún banco de plaza.


Ahí no terminaba su rutina, porque prontamente se dirigía a atender a sus pacientes de su consultorio, que lo esta esperando, y así todos los días, hasta que sucedió lo que sucedió, en una mañana suena el despertador, la señora le dice Negro, era su apodo cariñoso, sonó el despertador, levántate que vas a llegar tarde al trabajo.

El no respondió estaba dormido, la señora lo zamarreo para poder despertarlo, pero no hubo caso, entonces lo miró, parecía que sonreía estaría soñando, el hombre continúo durmiendo todo el día, la alarma cundió entre los integrantes de la familia, y ante tal situación llamaron al medico, este lo ausculto no encontrando explicación, púes todos los parámetros eran normales.

Fueron varios días que pasó por esa situación, mientras tanto varios galenos lo vieron,    lo auscultaron, y coincidieron con el diagnostico del primero, no hay explicación, la medicina no tenía explicación, ya la familia estaba muy afligida, todos los vecinos se enteraron de la situación, y comenzaron los comentarios.

De pronto en una mañana, cuando se encontraba cuidándolo la hija, abre los ojos y como si nada hubiera pasado, le comenta, le pregunta, que hora es, me parece que voy a llegar tarde al hospital, como está el tiempo, la hija mirando por la ventana dice muy feo está lloviendo, entonces el hombre le dice, dile a tu madre que me prepare el paraguas el impermeable y las galochas, la hija salió de la habitación para avisarle a la madre, lo que no entendía era lo de la galochas, nunca había oído tal vestimenta, que no era tal sino que antiguamente cuando se usaba zapatos, y no zapatillas eran unos zapatos de goma que se colocaban sobre ellos, para que no se mojara el cuero de los zapatos, esos indicios y otros más, como donde estaba la gomina para el cabello, se dieron cuenta que el hombre había despertado, pero su mente había quedado suspendida en el pasado.


Como el hombre no entendía nada, le dijeron que desde los trabajos le habían dado unas vacaciones, y que mandarían a un medico para un chequeo general, llega el medico que no es otro que el siquiatra, que se presenta con un talonario de recetas, como si fuera de la obra social, para que no sospechara el paciente, luego de un rato sale de la habitación para hablar con la señora, y muy compungido le explica, he auscultado a su esposo y no observo nada, claro que habría que hacer estudios complementarios, por lo pronto no tiene mal de Alzhéimer, reconoce a todos por nombre, no tiene mareos, tampoco el Parkinson, sus manos no tiemblan, señora no tengo explicación posible.

La desesperación de la familia es tal, que consultan con curanderos, curaciones de mal de ojo, imposición de manos, cura en secreto, en fin nadie dio con  el diagnostico, y menos con la curación, suena el timbre de la casa, es el verdulero que le trae un cajón de verduras, lo hace pasar a la cocina, mientras van sacando los productos del cajón, el mismo se encuentra con el esposo, y hay un dialogo muy breve, la señora lo acompaña hasta la puerta, y el verdulero le dice, mire señora, tenía una manera rara de hablar, el man tiene enredados los piolines de la saviola, tendría que encontrar alguien que se lo ordene, traducido sería, señora su esposo tiene las neuronas de la cabeza que se cruzaron y no reciben las órdenes que le mandan, y sería cuestión de ordenarlas, después de tantas vueltas el verdulero, recibido en la universidad de la calle había dado en el clavo.

Aparece un nuevo personaje al que habían llamado, el sicólogo, era un profesional de alrededor de treinta años, joven, se presentó vestido impecable, pantalón y saco sport haciendo jugo, una camisa bien planchada, una barba candado bien prolija, unos bigotes finitos y el cabello revuelto, desde lejos se veía un sicólogo, traía consigo una pipa a la cual jugaba entre los dedos,  y una libreta de anotaciones, hizo acostar en un sofá al paciente, tomó una silla y se sentó junto a él, el paciente hablaba y hablaba el profesional mudo, de vez en cuando alguna pregunta, después de varias sesiones le habla a la señora.

Señora su esposo está curado, pero no tiene que trabajar en lo mismo, sino puede tener una recaída, más bien yo le aconsejaría que estudie pintura, canto, algún grupo de teatro lo que el más le guste pero no tiene que estresarse, tendría que seguir su recuperación digamos una vez por semana por ahora, luego si todo marcha bien se irá alargando.


Nuestro personaje prefirió la escritura y ahora escribe cuentos, esos que había soñado mientras estaba dormido esta es la historia.
DEL HOMBRE QUE VOLVIÓ----  DE UN SUEÑO


alejandrobojor@gmail.com ...............ALEJANDRO CAPLAN    

    



jueves, 13 de junio de 2013

UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD

Se encontraban caminando dos amigos que fueron en su tiempo, compañeros de juego allá en su barrio, en su pequeño mundo, se dirigían a sus respectivos trabajos, fue la casualidad que se vieran nuevamente, púes ambos trabajaban cerca, eso quedaba en el centro de la gran ciudad, un gentío, como una calle de dos manos caminaban enfrentados, es cuando uno de ellos dice mira hay va Teo el otro contesta donde, y le responde, esa que camina en sentido contrario, lleva un tapado marrón, sin decir palabra Martín, que así se llamaba uno de ellos, sale disparado hacia la mano contraria, tratando de divisarla entre tanta gente, contrariado y al no poder avanzar la perdió de vista.

Lo que no sabía el amigo era la historia escondida de Martín, es que cuando tenía alrededor de quince años se había enamorado de Teo, ella le levaba dos o tres años más era una bella muchacha de mirada cristalina de grandes ojos color verde, en ese tiempo dos años representaba de ser un imberbe a una joven, además Martín era un ser tímido y nunca pudo la joven, saber lo que sentía por ella, luego de la mudanza no la vio más los caminos de la vida tienen muchas ramas al que de dicen destino, y el destino así lo quiso hasta el día de hoy, cuando ya no importan los años demás o de menos.

Teo que en realidad se llamaba Teofila, nombre que le dieron los padres en honor de una prima de la madre, es que el bebé no puede responder, ya mayorcita siempre fue Teo, desde chica se dedicó a trabajar siempre la veían como una frágil muchacha, podría llevar ese voluminoso libro de tabulación, que parecía más grande que ella.

Con el tiempo encontró su alma gemela, se la veía feliz, contenta, su mirada brillante,  que hiciera que resaltaran sus verdes ojos, fueron años esplendorosos de planes de futuro, consiguió que él dejara el hábito de fumar, que el muchacho lo hizo con mucho sacrificio, transcurría de ese modo su vida.

El destino, siempre el destino, pone obstáculos trampas y en una noche el destino le tendió una emboscada al muchacho, viniendo del trabajo, entra en un callejón para cortar camino hacia su casa, se oye un disparo, pisadas de gente corriendo, después el silencio, de a poco comenzaron a salir los vecinos, una sirena de ambulancia, el que relata lo sucedido es un comisario ya curtido en estas cuitas aún así, sus ojos se le pusieron rojos.

Le dice que el médico de la ambulancia pudo hablar por unos instantes con el muchacho que decía avísenle a Teo, le preguntó que paso, me pidieron cigarrillos les dije que no tenía, yo no fumo, luego se desmayó.

Desde aquel momento la Teo que conocimos desapareció, no visualmente pero su corazón se quebró, quedó partido, su mirada radiante dejó paso a una mirada lacerante,  sus hermosos ojos verdes perdieron sus brillantes, sus pasos ágiles y ligeros, se hicieron lentos como la de un robot, su carácter cambió muy pocas personas tenían contacto con ella.

Su trabajo era en un estudio contable muy importante, donde había abogados y contadores, ella tenía su propia oficina, era una experta en contabilidad, balances, impuestos, le decían la profesional sin título, recibía infinidad de consultas relacionadas, como era lejos su casa al medio día comía una frugal comida traída por delivery luego se dirigía a la confitería de la esquina, siempre que no estuviera ocupada, se sentaba en la misma mesa, el mozo que la conocía, le servía lo que invariablemente tomaba su sabroso y caliente café, que deleitaba con  placer.

La casualidad o el destino quiso que en una tarde, Martín estuviera dentro de un coche del subterráneo cerca de una de sus puertas, tomado del pasamanos, mirando hacia el vidrio de la ventanilla, cuando el coche recorre el  túnel, ese vidrio se convierte en un espejo, justo detrás de él le pareció ver a Teo, su fisonomía no había cambiado y además  llevaba consigo el tapado marrón.

Su perpetua timidez le impidió acercarse, aunque su corazón se aceleró, luego pensó ella no me reconoce, en es instante el subterráneo se detuvo en la estación, la mujer bajó él la siguió a distancia para saber a donde se dirigía, a llegar a la superficie se dio cuenta que era el barrio en que jugaba de niño estaba cambiado, ya no era el mismo, las mismas calles pero no las mismas casas, aquel barrio de casas bajas se transformó.

Como un detective aficionado la fue siguiendo, hasta que llegó a una casa con un gran paredón, en el medio una puerta de madera, se dijo a si mismo, es la misma casa de cuando jugábamos de niños, como para no acordarme, casa antigua, a la entrada unos escalones de mármol, un pasillo hasta una puerta cancel, y a los lados un jardín, de un lado un rosal gigantesco, y del otro un limonero, un patio inmenso, habitaciones contiguas dando al patio, techos altos, y por arriba del dintel de la puerta una banderola.

Pero lo mejor estaba al fondo, donde una higuera cuando daba sus frutos, higos de un color negro y por dentro un color escarlata y dulces como néctar, al cual nos trepábamos había además un árbol de mandarinas, que su florecimiento el perfume de las flores de azahar llenaba toda la casa.


En la esquina había un bar, al día siguiente desde muy temprano se ubicó en él, detrás de un pocillo de café, oteando, esperando que salga y continuar siguiéndola para saber donde era el lugar de su trabajo, se dio por sastisfecho una vez que lo consiguió, al día posterior, tocan el timbre del estudio, por el portero eléctrico preguntan quien es, el muchacho responde, de la florería, se miran extrañados y vuelven a preguntar puedes leer para quien, le responde el muchacho, hay una nota que dice que hay que entregarla a la señorita Teo, todavía no repuestos de la sorpresa, recogen el ramo y se lo llevan a la oficina.

En es momento Teo no se encontraba en la misma, lo dejan sobre el escritorio, era un hermoso ramo de once rosas rojas, cuando llega ella, lo mira sin darle importancia, más luego la curiosidad pudo más, y lee la nota, no sabría decir lo que decía la nota, pero algo agradable le llegó al alma, de ese admirador desconocido, que firmaba Martín.

Días después mientras estaba cenando con sus padres, suena el teléfono atiende su madre  le dice es para ti de parte de Martín, Teo quedo asombrada no conocía al quien le mandó el ramo de flores, aún así atendió el mismo, la llamada telefónica se extendió quedó fechada una cita, que con el tiempo se fue repitiendo.

Hoy la vi de pura casualidad, conducía un cochecito llevando un bebé, dije que lindo el niño, ella lo agradeció con un gracias, en es momento su mirada era radiante, sus ojos verdes brillante, Teo tuvo una segunda oportunidad 


alejandrobojor@gmail.com..........ALEJANDRO CAPLAN.



         

domingo, 9 de junio de 2013

EL ULTIMO HALCON


El hombre ingresó después de mucho tiempo, al lugar que le era común en otras épocas,  su vestimenta difería del resto de los parroquianos, lo miraron con cierto recelo al recién llegado, su contextura física lo hacía como si fuera más alto, de lo que en realidad era, su campera de cuero negra ancha, más amplia que el común, cierre relámpago y cinturón con hebilla dorada, pantalón moderno y botas, traía colocados un par de lentes  tornasolados para cubrirse de los rayos solares, parecía un personaje extraído de esas películas de Far West del lejano oeste esas que vimos cuando chicos.


No fue desapercibida su presencia por los demás comensales, más cuando llevaba puesto, ese par de anteojos oscuros en un día desapacible, nublado, ventoso y por momentos lluvioso, si el objetivo de este personaje era pasar desapercibido no lo consiguió, muy por el contrario todas las miradas se concentraban en él.

Sus gestos ampulosos eran por si grotesco, su caminar y taconeo de pisada fuerte, todo el era una caricatura de lo que podíamos decir normal, tenía un defecto, que se lo observó cuando se dirigió al mostrador, no balanceaba los brazos al caminar, los mismos se movían al unísono, su brazo derecho cuando movía la pierna derecha, y el izquierdo con su pierna izquierda.


Ya llegando al mostrador introduce su mano dentro de su campera, expectante el dueño detrás del mostrador, pensó en un asalto, lo mismo que los parroquianos, que con gran disimulo dejaron vacío el salón, logra sacar de entre su ropa un atado de cigarrillos, el alma del dueño, que ya la tenía atravesada en la garganta, se le vino a los pies y con un suspiro y tembloroso con voz entrecortada, solo atinó a decir, al señor que se le ofrece, a su vez le dijo por lo bajo, hay un reglamento que en el salón no se puede fumar.

Es el momento que el desconocido se da a conocer, y le dice Francisco no me conoces yo soy Raúl, hace tiempo que no venía, me fui hace mucho tiempo a otras tierras, pero volví a tratar de encontrarme con los amigos de entonces, la nostalgia se siente y siempre se piensa volver al terruño.


Nuestro individuo en su tiempo junto con los amigos de ese entonces, había formado una pandilla, al que denominaron los halcones, siempre iban acompañándose haciendo sus travesuras, pequeñas tan pequeñas, como el mismo pueblo que habitaban.

Don Francisco recordó en ese momento a la pandilla, y fue contando al hombre que está junto a él, uno por uno los recordó, lo tomo de los hombros paternalmente y le fue diciendo, algunos de ellos se fueron de gira y capaz que lo están mirando desde arriba, algunos otros los caminos de la vida los llevó caminando su estrella, entonces nuestro hombre se encogió de hombros,  y se sentó melancólico en la última mesa, ya casi no se notaba su estatura, era un simple hombre abatido, tratando de recordar su pasado.

Consigue sacarse sus lentes, que los deposita sobre la mesa, su mirada lánguida parece perderse en el infinito, mira hacia el exterior, el viento va levantando una polvareda de tierra, cree ver detrás de ella unas figuras, fantasmas del pasado que vuelven, se ve jugando con ellos, a ese hombre curtido por la vida, una lagrima va corriendo y mojando su mejilla, lentamente muy lentamente, va tomando sorbo a sorbo el humeante pocillo de café que Francisco le había servido


alejandrobojor@gmail.com.........ALEJANDRO CAPLAN.

martes, 4 de junio de 2013

ASIGNATURA PENDIENTE

En un día de febrero de un tórrido verano, la bochornosa tarde invitaba al anciano a descansar, entre cierra la persiana y el cortinado de su habitación, quedando medio a obscuras, su departamento un monoambiente, su mobiliario poco y modesto, una mesa cuatro sillas, el placard, la cama y junto a ella la mesita de luz, en donde reposa algún libro, se acuesta pensativo, su intención era hacer una pequeña siesta.

No pudiendo conciliar el sueño, comienza a rememorar su lejano pasado, donde un niño pleno de energía correteaba por el pueblo, cuanto tiempo pasó desde entonces, cuanta agua bajo el puente, un ventilador de techo jugaba sobre su cabeza, trayendo una brisa agradable, con la vista mirando como hipnotizado el girar del ventilador,  la fotografía del viejo pueblo quedó grabada en su retina.

De pronto suena el teléfono el cansancio y la pereza además del calor reinante, hace que el solitario anciano deje sonar el mismo sin atender, dice para sus adentros, si es importante tratará de comunicarse nuevamente, pasado algunos minutos vuelve a sonar,  con gran esfuerzo atiende el mismo, poniendo cara de sorpresa, y responde, dentro de un rato estoy ahí.

Se mira frente al espejo se acicala, pantalón planchado, camisa haciendo juego de manga corta, y apura el paso hacia una boca de subterráneo, ya el calor era agobiante y más en el subte bajo tierra, nuestro individuo está esperando en el anden, el transporte se demora, ya lo están anunciando por altoparlantes. 

El anden se va llenando, por fin  aparece el primer coche del convoy, la gente puja para poder entrar, queda en medio del gentío que lo va arrastrando hacia la puerta, él no entra, lo entran, tal era la cantidad de gente quedando apretado sin poder moverse.

A medida que el convoy avanzaba, la ropa por el calor reinante se iba transformando en una prenda molesta y pegajosa, este es el momento que decide bajarse, haciendo un gran esfuerzo, consigue abrirse paso hasta la puerta del mismo, para bajarse en la primera estación que se detenga, traspirado y sudoroso, pareciera que le falta el aire, por fin el coche se detiene y se abre la puerta.

Una tropa de gente lo envuelve, lo llevan en medio de la multitud, se desplazan por el anden hacia una boca de salida, parece una multitud compactada, trasladándose todos juntos, dando la impresión de estar en una lata de sardinas, encuentra la boca de salida, escalera mecánica, la calle lo recibe con una suave brisa caliente sobre el rostro, da la impresión haciendo una comparación muy lejana, la de un oso que sale a la superficie después de hibernar.

Aturdido y confundido está perdido en la gran ciudad, no comprende donde está, ni que rumbo seguir, gente y más gente, automóviles ruidosos y bocinazos lo confunden se le olvidó donde se dirigía, ve en la esquina un puesto de flores. 

Se dirige hacia allí y se queda mirando unas flores de colores brillantes, rojas, blancas, amarillas, se le acerca el florista, y le pregunta que desea, nuestro hombre no le responde, parece una persona autista, mirando fijo las flores, intrigado el florista lo mira y se encoge de hombros, sin decirle una palabra.


Como un robot deambula sin rumbo, calle tras calle, mirando hacia un lado o hacia otro,  tratando de encontrar alguna mirada conocida, no la encuentra frente a su paso hay una muchedumbre reunida con pancartas, profiriendo gritos, hay gran confusión, de repente la horda arremete contra las vidrieras de un local se abalanzan contra los escaparates. 

Y van desapareciendo las prendas, han ignorado, lo han pisoteado, al séptimo mandamiento, aquel que dice no robaras, se escucha el ulular de sirenas, frenadas bruscas de automóvil, la autoridad, la chusma se dispersa solo queda un anciano de casi noventa años que lleva entre sus manos una bufanda de colores intensos,  rojo, negro, con una líneas blancas el color lo atrapó como cuando, miraba las flores.


El agente le pregunta su nombre, no se acuerda, su mente se le puso en blanco, se han ido los recuerdos, blanca su mente, como nubes vaporosas, como copos de algodón, lo revisa por si tiene alguna identificación, solamente en el bolsillo de su camisa, un papel arrugado, una receta médica con un número de una obra social, el anciano se dirigía a la farmacia que le había hablado un rato antes por teléfono.

Por un momento el anciano se vio como una mariposa de brillantes colores volando solitaria y perdida en la jungla, la jungla de cemento, la soledad lo abatió.

Ya hace varios días que lo veo paseando por el parque, no camina solo, lo acompañan sus nietos, hoy el anciano sonríe.


alejandrobojor@gmail.com............ALEJANDRO CAPLAN