Se encontraban caminando dos amigos que fueron
en su tiempo, compañeros de juego allá en su barrio, en su pequeño mundo, se
dirigían a sus respectivos trabajos, fue la casualidad que se vieran
nuevamente, púes ambos trabajaban cerca, eso quedaba en el centro de la gran
ciudad, un gentío, como una calle de dos manos caminaban enfrentados, es cuando
uno de ellos dice mira hay va Teo el otro contesta donde, y le responde, esa
que camina en sentido contrario, lleva un tapado marrón, sin decir palabra
Martín, que así se llamaba uno de ellos, sale disparado hacia la mano contraria,
tratando de divisarla entre tanta gente, contrariado y al no poder avanzar la
perdió de vista.
Lo que no sabía el amigo era la historia
escondida de Martín, es que cuando tenía alrededor de quince años se había
enamorado de Teo, ella le levaba dos o tres años más era una bella muchacha de
mirada cristalina de grandes ojos color verde, en ese tiempo dos años
representaba de ser un imberbe a una joven, además Martín era un ser tímido y
nunca pudo la joven, saber lo que sentía por ella, luego de la mudanza no la
vio más los caminos de la vida tienen muchas ramas al que de dicen destino, y
el destino así lo quiso hasta el día de hoy, cuando ya no importan los años demás
o de menos.
Con el tiempo encontró su alma gemela, se la
veía feliz, contenta, su mirada brillante, que hiciera que resaltaran sus verdes ojos,
fueron años esplendorosos de planes de futuro, consiguió que él dejara el
hábito de fumar, que el muchacho lo hizo con mucho sacrificio, transcurría de
ese modo su vida.
El destino, siempre el destino, pone obstáculos
trampas y en una noche el destino le tendió una emboscada al muchacho, viniendo
del trabajo, entra en un callejón para cortar camino hacia su casa, se oye un
disparo, pisadas de gente corriendo, después el silencio, de a poco comenzaron
a salir los vecinos, una sirena de ambulancia, el que relata lo sucedido es un
comisario ya curtido en estas cuitas aún así, sus ojos se le pusieron rojos.
Desde aquel momento la Teo que conocimos
desapareció, no visualmente pero su corazón se quebró, quedó partido, su mirada
radiante dejó paso a una mirada lacerante,
sus hermosos ojos verdes perdieron sus brillantes, sus pasos ágiles y
ligeros, se hicieron lentos como la de un robot, su carácter cambió muy pocas
personas tenían contacto con ella.
Su trabajo era en un estudio contable muy
importante, donde había abogados y contadores, ella tenía su propia oficina, era
una experta en contabilidad, balances, impuestos, le decían la profesional sin
título, recibía infinidad de consultas relacionadas, como era lejos su casa al
medio día comía una frugal comida traída por delivery luego se dirigía a la
confitería de la esquina, siempre que no estuviera ocupada, se sentaba en la
misma mesa, el mozo que la conocía, le servía lo que invariablemente tomaba su
sabroso y caliente café, que deleitaba con
placer.
La casualidad o el destino quiso que en una
tarde, Martín estuviera dentro de un coche del subterráneo cerca de una de sus
puertas, tomado del pasamanos, mirando hacia el vidrio de la ventanilla, cuando
el coche recorre el túnel, ese vidrio se
convierte en un espejo, justo detrás de él le pareció ver a Teo, su fisonomía
no había cambiado y además llevaba
consigo el tapado marrón.
Su perpetua timidez le impidió acercarse,
aunque su corazón se aceleró, luego pensó ella no me reconoce, en es instante
el subterráneo se detuvo en la estación, la mujer bajó él la siguió a distancia
para saber a donde se dirigía, a llegar a la superficie se dio cuenta que era
el barrio en que jugaba de niño estaba cambiado, ya no era el mismo, las mismas
calles pero no las mismas casas, aquel barrio de casas bajas se transformó.
Como un detective aficionado la fue siguiendo,
hasta que llegó a una casa con un gran paredón, en el medio una puerta de
madera, se dijo a si mismo, es la misma casa de cuando jugábamos de niños, como
para no acordarme, casa antigua, a la entrada unos escalones de mármol, un
pasillo hasta una puerta cancel, y a los lados un jardín, de un lado un rosal
gigantesco, y del otro un limonero, un patio inmenso, habitaciones contiguas
dando al patio, techos altos, y por arriba del dintel de la puerta una
banderola.
Pero lo mejor estaba al fondo, donde una
higuera cuando daba sus frutos, higos de un color negro y por dentro un color
escarlata y dulces como néctar, al cual nos trepábamos había además un árbol de
mandarinas, que su florecimiento el perfume de las flores de azahar llenaba
toda la casa.
En la esquina había un bar, al día siguiente
desde muy temprano se ubicó en él, detrás de un pocillo de café, oteando,
esperando que salga y continuar siguiéndola para saber donde era el lugar de su
trabajo, se dio por sastisfecho una vez que lo consiguió, al día posterior,
tocan el timbre del estudio, por el portero eléctrico preguntan quien es, el
muchacho responde, de la florería, se miran extrañados y vuelven a preguntar
puedes leer para quien, le responde el muchacho, hay una nota que dice que hay
que entregarla a la señorita Teo, todavía no repuestos de la sorpresa, recogen
el ramo y se lo llevan a la oficina.
Días después mientras estaba cenando con sus padres,
suena el teléfono atiende su madre le
dice es para ti de parte de Martín, Teo quedo asombrada no conocía al quien le
mandó el ramo de flores, aún así atendió el mismo, la llamada telefónica se
extendió quedó fechada una cita, que con el tiempo se fue repitiendo.
Hoy la vi de pura casualidad, conducía un
cochecito llevando un bebé, dije que lindo el niño, ella lo agradeció con un
gracias, en es momento su mirada era radiante, sus ojos verdes brillante, Teo
tuvo una segunda oportunidad
alejandrobojor@gmail.com..........ALEJANDRO CAPLAN.
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