Joven recién recibido de una escuela de
periodismo la cuál fue mi pasión toda la vida, con diploma bajo el brazo comienzo a buscar mi
primer trabajo, entrevistas, curriculum, puertas que se abren, puertas que se cierran,
espere nuestro llamado, fueron pasando los meses y la enjundia de los primeros
días se disiparon despacio, pero al final mi estima estaba por el suelo.
En esos días la tristeza me estaba doblegando,
sentado en la mesa del café ensismimado en mis pensamientos se acerca Juan, un
amigo con el cual siempre nos contábamos nuestras cuitas, alcanza a decirme que
un amigo de él le señalo que una editorial de un matutino de provincia,
necesitaba un periodista para su diario, si lo quería él podría hablar con el
amigo todo quedaba si lo aceptaba o no era mi decisión.
Después de pensarlo por un tiempo, luego de
hablar con la editorial resuelvo tomar el trabajo, era un diario de provincia
que tenía mucha tirada. Me indican donde sería el lugar de trabajo, un
escritorio una computadora una silla y mucho trabajo en la redacción.
Estoy frente a la dirección que me habían dado
es un edificio de departamentos, lo que se olvidaron fue el piso y el
departamento tuve que llamar al encargado para llegarme hasta allí, toco el
timbre del departamento me atiende una señora, le entrego la acreditación y el
motivo de mi visita, bastante desconfiada me dice espere un momento cerrando la puerta justo frente a mis narices.
No se con quien me voy a encontrar ¿será un intelectual el que se presentará con un libro entre sus manos? Se abre nuevamente la puerta y aparece un anciano de cabellos color ceniza de espesas cejas blancas de tez blanca tirando a morocho, sus ojos negros no lo pude ver bien por que su mirada medio se entrecerró como sospechando en estos tiempos violentos pero de un modo paternal me hizo pasar.
No se con quien me voy a encontrar ¿será un intelectual el que se presentará con un libro entre sus manos? Se abre nuevamente la puerta y aparece un anciano de cabellos color ceniza de espesas cejas blancas de tez blanca tirando a morocho, sus ojos negros no lo pude ver bien por que su mirada medio se entrecerró como sospechando en estos tiempos violentos pero de un modo paternal me hizo pasar.
Vengo de un allá a lo
lejos del siglo pasado, de un Buenos Aires distinto cuando todo transcurría
como en cámara lenta, tanta agua ha pasado sobre mis tiempos, desde pequeño
comencé a leer lo cual me fascinó sobre todo lo de ciencia ficción, automóviles
que podrían alcanzar más de trecientos Km. horarios, aviones propulsados por
energía desconocida en ese momento, un cohete llegando a la luna hoy toda esa
ficción es realidad.
Barrios de casas bajas
en estos días desplazadas por enormes edificios, yo trato de algún modo
trasladarlo a la escritura, en mis tiempos se decía que estabas completo cuando
te casaras tuvieras un hijo plantaras un árbol y escribieras un libro, hasta
ahí lo completé, ahora si las fuerzas me acompañan voy por el segundo libro y
me muestra algunos cuentos para el próximo.
Sus cuentos lo escribe sobre una vieja computadora que también tiene una foto copiadora que alguien con mucho ingenio lo denominó el bunker del abuelo, las fotografías las tomé junto a su esposa y en vez de los anaqueles llenos de libros tras ellos la fotos de los nietos, el octogenario hace un alto en su relato me dice quieres algo para tomar, bebida blanca no tengo, nosotros no tomamos pero te puedo ofrecer un refresco o un café acepté el café, con paso cansino y lento se dirige a la cocina y luego de un rato me sirve un humeante y delicioso café.
Sus cuentos lo escribe sobre una vieja computadora que también tiene una foto copiadora que alguien con mucho ingenio lo denominó el bunker del abuelo, las fotografías las tomé junto a su esposa y en vez de los anaqueles llenos de libros tras ellos la fotos de los nietos, el octogenario hace un alto en su relato me dice quieres algo para tomar, bebida blanca no tengo, nosotros no tomamos pero te puedo ofrecer un refresco o un café acepté el café, con paso cansino y lento se dirige a la cocina y luego de un rato me sirve un humeante y delicioso café.
Lo que parecía una broma, se transformó en una
cálida entrevista con la joven promesa literaria, nos despedimos y quedamos
vernos en otra oportunidad, dos generaciones se encontraron. Me llegué hasta la
redacción del diario y le pregunté al jefe de redacción si la entrevista con el
escritor iba a salir en la primera o en la última página, luego de leerla me
dirige una mirada se quita los anteojos y me expresa esto va en la primera……..
alejandrobojor@gmail.com.............ALEJANDRO CAPLAN.......
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