En una ardiente tarde de verano en un balneario
de la costa, un anciano camina por el ancho bulevar donde unas mesas esparcidas
sobre el mismo invitaban bajo un palmar beber algo refrescante para aliviar
su sed, sus pasos son lentos cansino como si algo lo oprimiera, su espalda algo
doblada por los vientos de los años su rostro surcado de arrugas, hay tristeza
en su mirada de este longevo individuo.
Súbitamente se levanta ensimismado en sus
pensamientos no escucha al mesero que le habla y se dirige rumbo a la costanera,
¿Que misterio esconde su mente? Nunca lo sabremos por que al llegar a la
costanera queda hechizado, frente a él la naturaleza en su máximo esplendor, el
ocaso en un diáfano atardecer, se descalza el pantalón hasta la rodilla y comienza
a caminar sobre la blanca arena para llegarse a la orilla y que la ola acaricie
sus pies.
Observa el mar azul que luego se torna verdoso,
en el horizonte el sol se confunde con el mar un privilegio para pocos envidia
de pintores y poetas, más allá rompen las olas contra unas piedras levantando
una salobre gran espuma, en ese brillante atardecer un barco se cruza entre el
sol y el anciano y como una fotografía lo ve a contraluz solo su silueta, se
borran la nitidez de sus bordes tampoco los colores es un obscuro navío.
En sus retinas han quedado grabadas infinidad
de vivencias y en su mente los recuerdos, que al igual que ese barco muchos son siluetas
quedan las alegrías y las otras las tristezas solo sus contornos sin nitidez,
lo mismo como una fotografía en blanco y negro que con el tiempo se tornan
amarillas y luego poco a poco se esfuman.
Mientras la tarde caía el sol parecía que se
hundía en los brazos de ese mar el cielo azul se trasformaba de un color rojizo,
las sombras de la noche va tendiendo un manto negro la oscuridad lo alcanzó y
el anciano caminó sobre la blanca arena comenzando su regreso, ya su tristeza
ha desaparecido en esa tarde encantada.
alejandrobojor@gmail.com..........ALEJANDRO CAPLAN