Es un
mediodía de un caluroso verano un individuo cruza la calle desierta sin saber
que alguien lo observa tras un ventanal, el hombre continúa su camino como si
supiera donde transita, quien en esa hora con la caléndula se atreve parece
ansioso por llegar quien sabe donde, su sombra lo acompaña cada vez más cerca
más chica hasta desaparecer.
Su silueta
se va agrandando al aproximarse el fisgón cree reconocerlo, aunque su paso es
lento su cabeza se ha teñido con cabellos color plata, un invisible viento
pareciera empujarlo tratando de
inclinar su espalda, es ese que un día se fue después que un desengaño amoroso
lo dejó en chancleta. Se marchó a pelearle a la vida.
Se subió al
ring de la vida en ese cuadrilátero ganó también perdió la misma lo golpeó hoy vuelve a sus fuentes los recuerdos apuran
sus pasos al barrio que lo vio nacer, recorre las gastadas baldosas que tantas
veces pisó un barrio suburbano de casas bajas y adoquinado en sus calles
olvidado del mundo, fue creciendo como el caminar de una tortuga lenta muy
lenta.
La culpa
del olvido la tiene las continuas inundaciones de arroyo que tiene en sus
orillas las casas nunca se pudieron vender son las mismas con su misma fachada
algunas sin revoque en sus paredes la casualidad quiso que pasara frente a la
vivienda de la que fue su amor primero, de pronto se abrió la puerta y la
conoció pero se miraron como dos desconocidos dio unos pasos se paró y mirando la
pared la vio como era entonces ahora sin revoques en su frente donde una
trepadora madreselva va ocupando su lugar.
El hombre
va llegando de un mundo de luces de neón un mundo frenético un mundo
conflictivo y conflictuado, pareciera que a esta altura de su vida busque un
remanso para descansar, va caminando por esa calle desierta del barrio olvidada
del mundo su adoquinado por el paso del tiempo se ha deteriorado y han quedado
algunos baches nadie transita por ellos.
Solamente
aquel anciano curioso que fisgonea escondido detrás de unas cortinas de una
ventana lo ve pasar por la vereda de enfrente, y antes de llegar a la esquina
donde está el almacén de Quintana y despacho de bebidas donde en sus gastadas
mesas cuatro parroquianos juegan al truco, y sobre la barra un habitué va
consumiendo su anteúltima copa de licor desaparece se esfuma como si fuera un
truco de magia.
Asombrado
mira la calle solitaria solamente la sombra de loa árboles acarician su alma en
ese tórrido verano, cuando su atribulada mente creyó ver tal vez hechizado, un fantasma sortilegio de su soledad………
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