Este es un relato de una de las tantas leyendas
o historias de un Buenos Aires del principio del siglo pasado, como toda
leyenda o historia la verdad es de quien es el narrador, puede ser creible o no pero todas ellas tienen
un entorno común. Una ciudad transformada de una gran aldea por la llegada
incesante de una gran inmigración, tornándose en un crisol de razas en donde se
podía escuchar casi todos los idiomas del mundo.
En ese permanente y continuo ir y venir van
llegando a él, y la que era una gran aldea se va agrandando y transformando una
gran ciudad, como toda ciudad que se precie con su claridad deslumbrante del
centro y su claros oscuros de los arrabales, que es donde comienza esta
historia de caudillos y cuchilleros.
Caudillos de barrios con contactos y relaciones
eran doctores o tal vez no, pero ellos se hacían llamar así, buenos modales
trajes a la moda camisa con gemelos y a veces un sombrero tipo Bombín, tiempos
que la ciudad no tenía barrios sino distritos parroquiales que abarcaban los
que hoy son varios barrios, gente de mucha influencia.
Sus guardaespaldas personajes de dudoso
prontuario, sombrero con un ala sobre los ojos pañuelo al cuello saco y
pantalón y un poncho (lengue) sobre los hombros y un cuchillo en su cintura. La
llegada incesante de inmigrantes cambia la fisonomía de la ciudad.
Se crean alrededor del puerto en los barrios de la Boca, San Telmo, Barracas, los inquilinatos o también llamados conventillos donde se alojaban familias de todas nacionalidades, pareciera ser todos mezclados una vidriera de un cambalache se escuchaba el cocoliche el porteño con el lunfardo el italiano en esta misteriosa y secreta Buenos Aires.
Se crean alrededor del puerto en los barrios de la Boca, San Telmo, Barracas, los inquilinatos o también llamados conventillos donde se alojaban familias de todas nacionalidades, pareciera ser todos mezclados una vidriera de un cambalache se escuchaba el cocoliche el porteño con el lunfardo el italiano en esta misteriosa y secreta Buenos Aires.
Que designios que impulso hizo que familias se
trasladaran allende de estas tierras, atravesando mares para llegarse a esta orilla.
Aquí tranquilamente sentado en una mesa de un viejo bar de San Telmo el de las
mesas gastadas pensando y tomando sorbo a sorbo mi café calentito.
De pronto se escucha una voz desde una esquina
en penumbras del viejo bar, se oye su voz escondido en su sombra hay un hombre
habla en tono alto como si una congoja lo asfixiara, o tal vez el que habla son
los mansos duendes de la botella de vino que está sobre la mesa gastada, y
comienza a relatar una historia que llamó la atención de los parroquianos.
Corría el año de 1906
llega al barrio de San Telmo un inmigrante de los tantos que llegaron, un
francés nadie preguntó su pasado barrio de gente morena se enamoró de su música
sus tamboriles, y de una escultural mujer Diosa de ébano, y se puso con sus manos sobre la
mesa a tamborilear un candombe.
De la unión del amor nace una preciosa niña de tez morena cabello crespo y unos ojos verde como su padre, la niña se convierte en adolescente más tarde en una hermosa mujer con muchos pretendientes pero también la pretendían dos matones de un caudillo de nombre impronunciable al que apodaban el gringo.
De la unión del amor nace una preciosa niña de tez morena cabello crespo y unos ojos verde como su padre, la niña se convierte en adolescente más tarde en una hermosa mujer con muchos pretendientes pero también la pretendían dos matones de un caudillo de nombre impronunciable al que apodaban el gringo.
Hombres de armas tomar
se encontraron en el bajo como testigos
la luna la luz tenue de un farol, se trenzaron en duelo criollo por el amor de
una mujer, enrollado el poncho en un brazo y en la otra mano relampaguearon los
cuchillos, diestros con ellos se escucharon el chirriar de los aceros al
cruzarse voces y gemidos, luego el silencio la luz mortecina del farol iluminó
la escena una mancha roja que se iba extendiendo.
El hombre se inclinó para tomar su vaso de vino y se observó a la luz su rostro añoso y curtido de tez morena cabello crespo y ojos verdes, una lágrima le surcaba la mejilla luego entró en un sopor y se quedó dormido.
Entre nubes vaporosas desaparece en el tiempo
el caudillo, los cuchilleros, van quedando resabios de aquella época, los
conventillos en el pintoresco barrio de la Boca el adoquinado de sus calles,
los edificios que alguna vez albergaron tal vez a algún antepasado, hoy
muestran sus huellas en los rotos postigos sus paredes despintadas ellos son
mudos testigos de una antigua secreta y misteriosa Buenos Aires.
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