concierto de Aranjuez

domingo, 23 de febrero de 2014

ESPERANDO EL TRANVÍA



No se si es un sueño o un ensueño durmiendo con los ojos abiertos, pensamientos ocultos que me atraviesan trayendo recuerdos volando en el tiempo y en un espacio infinito. Aquí estoy parado en medio de una avenida sobre un montículo de cemento,  observo el adoquinado brillante después del rocío de la noche y el lustroso riel de las vías.


Estoy esperando que pase el tranvía me encuentro enojado  malhumorado, me encomendaron realizar un mandado y no pudo jugar con los amigos, justo hoy que comienza el campeonato de balero, si en ese barrio pobre de casas bajas todos los juegos eran al aire libre bolita, yo-yo, picados a la pelota de goma, jueguitos con media cáscara de naranja que la cortábamos en cuatro y con ese cuarto de cáscara la doblaban y con ella hacía jueguitos, ganaba el que hacía más sin dejarla caer al suelo, la pelota no, para no estropearla para el picado, y si me estaba perdiendo el campeonato de balero.

Estoy esperando que pase el tranvía mientras repaso el plano que me dieron para viajar en él hoy sería una especie de manual del usuario. El producto un vehiculo con ruedas metálicas que corren sobre una vías, mide aproximadamente unos quince o veinte metros sobre el techo tiene un trole que se engancha en un cable eléctrico, que es el que lo impulsa es un vehiculo capicúa igual adelante que atrás mirando de lejos no se sabe si va o viene.


Tiene dos escalones para subir que es donde me encuentro que es un montículo o una tarima de cemento, al subir hay un pequeño descanso o rellano donde se encuentran los comandos, dos pequeñas ruedas metálicas con manivelas una para acelerar y otra para frenar.  

Ahí se encontraba el boletero con su impecable uniforme gris y un gorro con visera, sobre su pecho el correaje del aparato de boletos era él que cuidaba que subieran los pasajeros y avisaba al motorman cuando partir, para entrar al vehiculo dos puertas corredizas que se unían en el medio, más allá un pasillo y a los costados del mismo varias hileras de asientos de dos, por supuesto de madera que no era para viajes largos, ventanillas a los costados y al fondo otra puerta corrediza y el mismo descanso donde se encontraba el conductor.


Me tomó tiempo darme cuenta cuando el conductor tenía que parar o arrancar, hasta que mi vista se posó en una cuerda que en lo alto recorría todo el tranvía, así como los espías tenían claves secretas, los empleados del vehiculo de mis sueños tenían las suyas,  una tirada de esa cuerda el conductor paraba, dos tiradas de esa cuerda el conductor arrancaba ese pesado y lento carromato.

No había calefacción ni aire acondicionado, en verano las ventanillas arriba, la brisa acariciaba los rostros, en invierno las ventanillas cerradas mucho abrigo guantes de lana y ventanillas y puertas cerradas.

El manual indicaba modo de usarlo, el usuario sube por atrás y baja por delante siempre que no viaje con bultos, entonces tienes que dejarlos adelante y correr para subir por atrás, cuando desciendes por adelante le dices al conductor cuales son tus bultos y te bajas. Al terminar el recorrido el conductor coloca el trole en sentido contrario y va a la parte trasera del mismo cambiando con el boletero.

Después de esta explicación si se equivocan no importa total todo está escrito en el manual del usuario estimado pasajero tranviario.

Que sutil encanto tienen los sueños trayendo las voces y los rostros a través del tiempo,  el perfume de sus flores, el eterno vendedor con su carro repleto de sandías, el vendedor de artículos de mimbre, los carros del lechero, el ruido de las herraduras de los caballos sobre el adoquinado, todavía en la distancia de los tiempos aún los escucho ya se va disipando el encantamiento se termina, volvemos al ajetreado y agitado mundo real.

¿Oye niño tu estás esperando? Si señor estoy esperando el tranvía………



alejandrobojor@gmail.com...........ALEJANDRO CAPLAN

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