La silenciosa tarde de un día de domingo,
negros nubarrones son presagio de tormenta detrás de un gran ventanal veo
deambular poca gente, una niña con un paraguas cerrado señal que aún no llueve,
de pronto un relámpago ilumina la habitación le sigue el estruendo de los
truenos miro hacia arriba, sobre mi cabeza el cielo comienza a llorar,
Llueve y sus lágrimas se convierten en gotas
que golpean en el cristal de la ventana, luego va corriendo al igual que una lágrima se
diluye sobre el rostro, un anciano con un paraguas de color negro se atreve al
aguacero camina en zigzag eludiendo baldosas flojas y charcos de agua, parece
un acróbata circense con su paraguas extendido tratar de caminar en la cuerda
floja.
Ya entrando en la adolescencia cuando no eras
niño ni tampoco grande para poder entrar a un café o un baile, cuando los
chicos miraban a las chicas con otros ojos y viceversa producto de una cuestión
hormonal, se inventó lo que luego tuvo el pomposo nombre de asalto lejos de los
que denominan hoy.
Sencillo era el juego simplemente un baile
entre adolescentes casi siempre en la terraza de unos de ellos o un patio
grande, las chicas eran las encargadas de traer comida y los muchachos la
bebida nunca nada de alcohol, lucecitas de colores una mesa y sobre ellas las
vituallas y separado de ella otra mesita aparte para el tocadiscos, y de cuando
en cuando el padre o la madre sin vigilar vigilaba por si alguno se quisiera
propasar.
Cansados de susurrar sobre mi cabeza los
duendes y los saltarines gnomos se han retirado es la hora de tomar unos
matecitos con bizcochos, los idus de marzo han sido generosos conmigo………
alejandrobojor@gmail.com.......ALEJANDRO CAPLAN
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