concierto de Aranjuez

jueves, 21 de febrero de 2013

EL VERSITO




Hoy pasé casi sin darme cuenta por la puerta, de la que fue ya hace mucho tiempo mi escuela primaria, ya casi llegando a la esquina, di media vuelta para verla desde la vereda de enfrente (cuantos recuerdos) estuve a punto, como llevado por un impulso de querer entrar, pero se hacía tarde para la diligencia que hiciera que transitara por casualidad, por la calle en la cual se hallaba.

Rápidamente logro mi cometido, y ya más calmo, me dispuse a ingresar a una confitería a beber un pocillo de café, y de paso poner mi mente en orden, lo intenté, sin embargo mi imaginación me transporta a otro tiempo, otra época, en la cual un chiquilín de apenas siete u ocho años llegaba a la escuela.

Un tiempo que quedó grabado como una fotografía en mis retinas, un barrio de casas bajas, adoquinado en sus calles cuando las puertas de calle no se cerraban, cuando todos los vecinos se conocían, y en las tardes de verano, las comadres sacaban las sillas a la puerta de calle para conversar,.

No había prisa, todo o casi todo pasaba como en cámara lenta, cuando al estrés lo llamaban surmenage, si es muy posible que el que escribe esté inserto entre dos mundos, este que describo un mundo que ya pasó y este nuevo actual con su vértigo y sus cambios.

Evocando mi niñez en la escuela, estaba por ese tiempo no recuerdo con exactitud, en segundo grado o tercer grado, se iba a realizar un acto en conmemoración a una fecha patria, para ese entonces, las maestras eran las que confeccionaban la jornada cada grado realizaba una presentación, a la maestra le dijeron que nuestro grado, un alumno tenía que recitar un verso alusivo a la fecha.

Ese que tuviera el honor de exponer, tenía que aprenderse de memoria el texto, la selección fue difícil para la afligida maestra eran muchos más los que no querían, entre los cuales me incluyo, podría ser que siendo tan chicos tendrían vergüenza de estar frente a un auditorio de los que si querían, muy democráticamente, la maestra se acerca y señalándome dice, tu vas a memorizar el verso y lo vas a exponer, no creí oportuno apelar, la decisión está tomada.

De regreso a mi casa, le cuento a mi madre la novedad y acariciándome los cabellos me dice lo orgullosa que se sentía y me ayudaría en la tarea, así fueron pasando los días y llegó el momento esperado.

Un guardapolvo blanco blanquísimo, y tan almidonado que no podía moverme, una señora que pasaba por casualidad me miró y le dice a mi madre parece un muñequito, y tenía razón yo dentro del guardapolvo almidonado no podía moverme, parecía una tortuga con su caparazón duro, solamente la cabeza podía moverla.

Me pusieron una tarima para que pudieran verme, estaba al principio un poco nervioso, con el tiempo me tranquilicé y comencé a exponer el verso, al finalizar un aplauso de la concurrencia, y unas fotografías para la posteridad, que aún medio amarillentas las conservo en un lugar muy especial del álbum, tan pensativo estaba que no me había dado cuenta que el tiempo voló, como vuela mi pensamiento, llamé al mozo y pagué la consumición y me fui despacito con una sonrisa.

Algunos de estos días me llegaré a la escuela y arriba de un banquito, recitaré con toda mis fuerzas las estrofas del
EL VERSITO


alejandrobojor@gmail.com..........ALEJANDRO CAPLAN


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