Estoy buscando dentro de los almanaques de la
vida, infinidad de otoños, hubo distintos, tantos, que no sabría de que color
pintarlo, he de hacer una prueba, recordarlos todos es una tarea imposible,
comenzaré con trazos gruesos, los primeros, de un color gris tristeza, frío,
ventoso, chiquilín con sobretodo marrón, pantalones cortos, y medias grises
hasta las rodillas, con un echarpe rodeando el cuello, caminado sobre un
colchón de hojas caídas, y barridas por el viento.
Buscaré entre los mil pinceles, el de la cerda
que me haga retroceder en el tiempo, lo iluminaré con un pequeño rayo de sol,
que se filtró entre las nubes, y entonces encontraré la mirada del pequeño más
calida, y una sonrisa en sus labios, ese es entonces uno de los retratos otoñales.
Ahora usaré uno de los pinceles más suaves,
para entonces una parejita, ella de unos quince años, él rozando los diez y
ocho, transitando en una tarde de domingo, bajo un cielo azul y un sol otoñal,
que invitaba a caminar por ese parque de árboles frondosos hablando bajito,
casi al oído.
Casi como un susurro, y casi sin querer, como al descuido tomados de la mano, los colores han de ser suaves, como el susurro de los enamorados pondremos una variación del azul celestial, un amarillo tenue, de ese sol que los cobija y un verde tornasolado de las hojas de otoño, con trazos finos completaré el retrato.
Es el momento de usar un pincel de mediano grosor, y cerdas finas, para pintar este cuadro, ahí va llegando un conjunto de personas, que vamos a decirles personajes, ellos son tres niños ruidosos, gritando, mientras que sus padres tratando de calmarlos van tras ellos, hasta llegar al lugar donde funciona una calesita, los niños están excitados, los mayores hablan entre ellos por el menor de tres años, no saben si subirse con él o dejarlo solo.
Casi como un susurro, y casi sin querer, como al descuido tomados de la mano, los colores han de ser suaves, como el susurro de los enamorados pondremos una variación del azul celestial, un amarillo tenue, de ese sol que los cobija y un verde tornasolado de las hojas de otoño, con trazos finos completaré el retrato.
Es el momento de usar un pincel de mediano grosor, y cerdas finas, para pintar este cuadro, ahí va llegando un conjunto de personas, que vamos a decirles personajes, ellos son tres niños ruidosos, gritando, mientras que sus padres tratando de calmarlos van tras ellos, hasta llegar al lugar donde funciona una calesita, los niños están excitados, los mayores hablan entre ellos por el menor de tres años, no saben si subirse con él o dejarlo solo.
Dos ancianos caminando en la tarde de otoño,
bajo un tibio sol, por un parque, su andar lento y cansino, entre una hilera de
árboles frondosos, van tomados de la mano, sobre un lecho de hojas marrones,
que el tiempo y una pequeña brisa, la ha hecho como alfombra, para que los
mismos caminaran sobre ellas, como en esos tiempos de su juventud, de infinidad
de pinceles, elegiré el de la ternura, de que color, por ahora no puedo
precisarlo, pero seguro será el color del amor.
alejandrobojor@gmail.com.............ALEJANDRO CAPLAN
alejandrobojor@gmail.com.............ALEJANDRO CAPLAN