concierto de Aranjuez

viernes, 12 de abril de 2013

EL ENSUEÑO




Tratando de aplicar las indicaciones que el médico me había prescripto, desde hace ya un tiempo, todas o casi todas las mañanas, comienzo mi caminata diaria, por los alrededores de mi hogar, despreocupado, veo pasar el incesante ir y venir de las personas, algunos vecinos, saludos a la ligera, y otros nerviosos, apurados, con el infaltable celular entre sus manos, despacio voy con mi botella de agua para no deshidratarme, y me dirijo hacia el parque más cerca de mi casa.


Casi llegando a mi destino, creo distinguir a alguien que me pareció conocido, pero no sabía de donde, justo en ese momento se cruza sobre mis pasos, fue entonces que le pregunto, señor yo creo conocerlo pero no se cuando, pero su cara me parece conocida me miró fijamente, su mirada sobre sus anteojos, se encogió de hombros, no sé, pero mirando bien, usted me parece conocido, pero estoy igual que usted, no se de donde.

Nos pusimos a hablar, y si, nos pudimos reconocer, era un amigo de la infancia, el tiempo y nuestras estrellas, nos llevaron por distintos caminos, no fue una conversación a la ligera, como él también tenía tiempo, nos pusimos al tanto en una mesa de una confitería, frente a una humeante taza de café, yo ya jubilado, él de mi edad, seguía trabajando, me enteré que era médico, por vocación y entre sus múltiples labores atendía, desde hace mucho tiempo un geriátrico, en donde últimamente tenía dificultades con los internos, no por su condición de galeno, sino entre los mismos abuelos.

De esa forma me puso en conocimiento, de una labor que puso como dique de contención, para los pacientes de esa institución, me preguntó por mi familia, yo por la suya, y el tiempo se nos escapó, como agua entre los dedos, antes de irse y darnos un abrazo, dio media vuelta y me dijo, mañana tengo que ir a verlos, por que no te das una vuelta, si no tenés compromisos te espero, me indicó la hora, el hogar se llama El Ensueño, te espero vas a ver algo que creo que nunca viste.

La intriga me pasó por la cabeza todo el día, que puede ser que vea que no lo haya visto antes, con casi rozando los ochenta que no haya visto, al día siguiente me dirigí hacia el establecimiento, con más dudas que certezas.

Norberto así se llamaba mi amigo, me había comentado muy superficialmente el problema que sucedía, es que los pacientes de ese instituto, eran jóvenes  de la cuarta edad, personas setentonas, ochentonas y más también, sus costumbres y sus hábitos eran distintos, y su comportamiento de disputas por nimiedades, alteraban a los más pacíficos.

La curiosidad me llevó a concurrir, a la hora indicada me presento, me atiende la portera y le explico que el doctor Norberto me había citado en ese horario, y mirándome fijo dijo, el doctor no está, voy a consultar, y dando un portazo, me dejó plantado frente a la puerta, pasados unos minutos, me invita a pasar, y me recibe la encargada del instituto, y me indica una salita de espera, pero le indico que quisiera conocer el lugar, y me fue guiando, a lo que ella llamó el hogar.

El lugar era confortable, y hasta tenían en el fondo, un jardín parque donde el tibio sol del otoño cobijaba a los pensionados, senderos, bancos de plaza, y árboles rodeando el parque, todo parecía estar en orden, pero algo se presentía en el ambiente, me miraban con recelo, o simplemente me ignoraban, al volver lo encuentro al amigo, que me traslada hasta un aula donde el trata con los pacientes, en el cuarto hay como veinte pupitres, van llegando los abuelos, que se ubican cada uno en un pupitre.

 Norberto comienza a hablar, dice, hoy vamos a hablar de cual fue su mayor alegría, y cual su mayor desventura, y le proporcionaba ciertos minutos, hoy ese era el tema y cada vez un tema distinto, fueron minutos en el que me pareció involucrarme, pero resulta que el encono se disipaba, cuando se enteraban, que lo le pasaba a alguno era lo le pasaba al otro.

Tanta era la crispación, que se enojaban, si llamaba a uno o al otro, es por eso que mi amigo no lo llamaba por el nombre, y elegía a veces por derecha, a veces por izquierda o tal vez indicaba a una persona que se encontraba en la mitad del cuarto, la consigna era siempre la misma, están tocando a mi puerta, y así sucesivamente todos iban contando su historia.
  
Estimados lectores este es el momento que los voy a dejar ESTAN TOCANDO A MI PUERTA……..


alejandrocaplan@gmail.com.............ALEJANDRO CAPLAN.


    

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