Tratando de aplicar las indicaciones que el
médico me había prescripto, desde hace ya un tiempo, todas o casi todas las
mañanas, comienzo mi caminata diaria, por los alrededores de mi hogar,
despreocupado, veo pasar el incesante ir y venir de las personas, algunos
vecinos, saludos a la ligera, y otros nerviosos, apurados, con el infaltable
celular entre sus manos, despacio voy con mi botella de agua para no
deshidratarme, y me dirijo hacia el parque más cerca de mi casa.
Casi llegando a mi destino, creo distinguir a
alguien que me pareció conocido, pero no sabía de donde, justo en ese momento
se cruza sobre mis pasos, fue entonces que le pregunto, señor yo creo conocerlo
pero no se cuando, pero su cara me parece conocida me miró fijamente, su mirada
sobre sus anteojos, se encogió de hombros, no sé, pero mirando bien, usted me
parece conocido, pero estoy igual que usted, no se de donde.
Nos pusimos a hablar, y si, nos pudimos
reconocer, era un amigo de la infancia, el tiempo y nuestras estrellas, nos
llevaron por distintos caminos, no fue una conversación a la ligera, como él
también tenía tiempo, nos pusimos al tanto en una mesa de una confitería,
frente a una humeante taza de café, yo ya jubilado, él de mi edad, seguía
trabajando, me enteré que era médico, por vocación y entre sus múltiples
labores atendía, desde hace mucho tiempo un geriátrico, en donde últimamente
tenía dificultades con los internos, no por su condición de galeno, sino entre
los mismos abuelos.
De esa forma me puso en conocimiento, de una
labor que puso como dique de contención, para los pacientes de esa institución,
me preguntó por mi familia, yo por la suya, y el tiempo se nos escapó, como
agua entre los dedos, antes de irse y darnos un abrazo, dio media vuelta y me
dijo, mañana tengo que ir a verlos, por que no te das una vuelta, si no tenés
compromisos te espero, me indicó la hora, el hogar se llama El Ensueño, te
espero vas a ver algo que creo que nunca viste.
La intriga me pasó por la cabeza todo el día,
que puede ser que vea que no lo haya visto antes, con casi rozando los ochenta
que no haya visto, al día siguiente me dirigí hacia el establecimiento, con más
dudas que certezas.
Norberto así se llamaba mi amigo, me había
comentado muy superficialmente el problema que sucedía, es que los pacientes de
ese instituto, eran jóvenes de la cuarta
edad, personas setentonas, ochentonas y más también, sus costumbres y sus
hábitos eran distintos, y su comportamiento de disputas por nimiedades,
alteraban a los más pacíficos.
La curiosidad me llevó a concurrir, a la hora
indicada me presento, me atiende la portera y le explico que el doctor Norberto
me había citado en ese horario, y mirándome fijo dijo, el doctor no está, voy a
consultar, y dando un portazo, me dejó plantado frente a la puerta, pasados
unos minutos, me invita a pasar, y me recibe la encargada del instituto, y me
indica una salita de espera, pero le indico que quisiera conocer el lugar, y me
fue guiando, a lo que ella llamó el hogar.
El lugar era confortable, y hasta tenían en el
fondo, un jardín parque donde el tibio sol del otoño cobijaba a los pensionados,
senderos, bancos de plaza, y árboles rodeando el parque, todo parecía estar en
orden, pero algo se presentía en el ambiente, me miraban con recelo, o
simplemente me ignoraban, al volver lo encuentro al amigo, que me traslada
hasta un aula donde el trata con los pacientes, en el cuarto hay como veinte
pupitres, van llegando los abuelos, que se ubican cada uno en un pupitre.
Norberto
comienza a hablar, dice, hoy vamos a hablar de cual fue su mayor alegría, y
cual su mayor desventura, y le proporcionaba ciertos minutos, hoy ese era el
tema y cada vez un tema distinto, fueron minutos en el que me pareció
involucrarme, pero resulta que el encono se disipaba, cuando se enteraban, que
lo le pasaba a alguno era lo le pasaba al otro.
Tanta era la crispación, que se enojaban, si
llamaba a uno o al otro, es por eso que mi amigo no lo llamaba por el nombre, y
elegía a veces por derecha, a veces por izquierda o tal vez indicaba a una
persona que se encontraba en la mitad del cuarto, la consigna era siempre la
misma, están tocando a mi puerta, y así sucesivamente todos iban contando su
historia.
Estimados lectores este es el momento que los
voy a dejar ESTAN TOCANDO A MI PUERTA……..
alejandrocaplan@gmail.com.............ALEJANDRO CAPLAN.
alejandrocaplan@gmail.com.............ALEJANDRO CAPLAN.
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