En un día de un otoño en el cual el frío se
hacia sentir, una tarde donde el sol entibiaba lentamente las calles, el hombre
decide salir a caminar sin rumbo fijo, tratando que el calor de ese sol lo
bañara con sus rayos de la última hora.
Se para frente al espejo mira su abrigo y
considera que era el adecuado e imaginando que algo le faltaba a su atuendo, se
coloca un gorro de lana, se mira por última vez al espejo cierra la puerta, reflexionando
que ya hacía tiempo que no lo intentaba, por una u otra cuestión lo había
postergado.
Hoy se decidió, una sensación de tristeza agotamiento,
pero lo real es un decaimiento, el hombre se repone y continúa su camino encuentra en ella un gentío, era la hora de
mayor tránsito, hombres y mujeres que miran sin ver, apurados, algunos con su
celular en las manos o en sus oídos, él camina despacio, lleva en su espalda la
pesada mochila de los años, camina entre ellos, acompañado con su amiga la
soledad, solo entre tanta gente.
De pronto oye atrás suyo alguien que le dice
como estas, se dio vuelta para ver quien lo llamaba pero no, un hombre que
hablaba por el celular muy fuerte, habla tan alto que no necesita teléfono, ya
cansado en su peregrinaje, observa en la vereda opuesta una cafetería, se
sienta en una mesa, el mozo que lo atiende le pregunta que va a tomar, le
responde un café bien calentito.
Tal vez pensando que el anciano con más calle que sabiduría podría solucionar su problema, un poco gesticulando con ademanes y un librito que traducía se pudieron entender, visto desde otro ángulo, era lo más parecido a una de esas películas italianas, que en otros tiempos lejanos había visto en el cine.
Como en el barrio había muchos negocios,
pululaban los turistas y por fin se entendieron, lo que buscaban esa pareja era
una calle de ese barrio, que le habían recomendado, donde se vendían ropa de
cuero, el amigo con más calle que sabiduría nacido y siempre viviendo en el
mismo barrio, era conocedor de los muchos locales y les indicó, donde se
encontraba la secreta y misteriosa callecita de Buenos Aires que los turistas agradecieron.
Esas sensaciones de tristeza decaimiento poco a
poco se fueron, y comenzó a ver pasar la vida, con otros ojos y más aún más cuando vio pasar a
un amigo a través del vidrio del bar, presuroso corrió hasta la calle hasta
poder alcanzarlo, era en los tiempos de su juventud, uno de los amigos
inseparables, por que el destino así lo quiso, los caminos se fueron alejando y
separando, ahora el destino quiso que un recodo de ese camino se encontraran
por pura casualidad.
Lo llamó por su nombre, el otro se alegró y juntos regresaron al bar, por un rato imaginemos las sensaciones que habrían sentido esos amigos de encontrarse nuevamente, se sentaron en la mesa junto a la ventana que da a la calle, vieron pasar gente y más gente, pero ellos se miraron y se vieron recordando aquellos días de su juventud.
Lo llamó por su nombre, el otro se alegró y juntos regresaron al bar, por un rato imaginemos las sensaciones que habrían sentido esos amigos de encontrarse nuevamente, se sentaron en la mesa junto a la ventana que da a la calle, vieron pasar gente y más gente, pero ellos se miraron y se vieron recordando aquellos días de su juventud.
Los dos quisieron saber que era de sus vidas,
el hombre de nuestro relato comienza diciendo que su vida era normal,
felizmente casado con hijo nietos, la rueda de la vida, y por el momento jubilado,
le pregunta al amigo que me puedes contar de la tuya, este con una amplia
sonrisa, dice lo mío fue como un cuento, esos que cuentan los abuelos en esas
tardes de lluvia.
Comienza su relato, diciendo que una tarde como
cualquier otra, estaba trabajando en su oficina, cuando el director lo llama a
su dependencia, le pareció raro pensé que algo pasaba, me hace pasar, estaba
acompañado por dos personas bien trajeadas, y me dice estos señores lo están
buscando.
Una sensación extraña corrió de la cabeza a los pies, uno de ellos me pregunta mi nombre y apellido, el de mi padre y mi madre que ya hacía unos años que se fueron al cielo, me pregunta si tengo documento que lo acredite, se lo enseño y mirando al otro individuo le dice es él, por fin lo encontramos.
Una sensación extraña corrió de la cabeza a los pies, uno de ellos me pregunta mi nombre y apellido, el de mi padre y mi madre que ya hacía unos años que se fueron al cielo, me pregunta si tengo documento que lo acredite, se lo enseño y mirando al otro individuo le dice es él, por fin lo encontramos.
Señor nosotros representamos a la firma de
abogados Family Estudios Imperflet y en este momento confirmamos, que usted es
el legítimo heredero y me nombró el apellido ese apellido ya lo había oído
nombrar varias veces al abuelo, pero yo no lo conocía y tenía que ir Nueva York,
a la oficina central para firmar los papeles correspondientes, lo primero que
pensé que era una broma de los compañeros de oficina, pero después pensé ellos
no sabían el apellido, en ese momento dicen que me puse pálido y solo atiné a
pedir un vaso de agua.
El amigo continua diciendo, esos abogados
dijeron que buscaron por todo el mundo y como no tenía descendientes por línea
sanguínea, yo era el único heredero de una gran fortuna, proveniente de minas
de diamantes en el Africa y otras muchas propiedades desparramadas por casi
todo el mundo.
Aasombrado por tal situación acostumbrado a lo cotidiano me adapté, y comencé a realizar lo que siempre me agradó que fue viajar, y muestra de un celular de última generación las múltiples fotografías que había sacado durante su viaje alrededor del mundo Nueva York con sus altos edificios, la tranquilidad de la hermosura de la naturaleza de un amanecer en Ibiza, caminar en un frondoso parque en Boulogne Francia.
Aasombrado por tal situación acostumbrado a lo cotidiano me adapté, y comencé a realizar lo que siempre me agradó que fue viajar, y muestra de un celular de última generación las múltiples fotografías que había sacado durante su viaje alrededor del mundo Nueva York con sus altos edificios, la tranquilidad de la hermosura de la naturaleza de un amanecer en Ibiza, caminar en un frondoso parque en Boulogne Francia.
De pronto entran dos personas con unos
uniformes de enfermeros, lo levantan casi en vilo al compañero y lo llevan, en
ese momento alcanza a decir son unos amigos, nuestro amigo mira a través del
ventanal, y ahí estaba estacionada una ambulancia en donde introdujeron a mi
acompañante, sobre la mesa queda el celular, lo toma, llama al mozo y le paga
la consumición, preocupado por tal situación se dirige a su casa pensando lo
que había ocurrido, una rara y amarga sensación le recorrió el cuerpo.
Estoy convencido que algún día recorriendo
nuestros caminos, en alguna esquina nos vamos a encontrar para hablar de
nuestra juventud, sentados tranquilamente en una mesa de café, y tomarlo
calentito, sorbo a sorbo.
alejandrobojor@gmail.com..........ALEJANDRO CAPLAN