En un tiempo no tan lejano, después de
infinidad de trabajos realizados hasta esa fecha, había encontrado uno que me sastifaciera, lo
había logrado viajante de comercio, me daba la posibilidad de poder realizar
viajes hacia el interior, largos traslados en los cuales me daba el gusto de
poder leer algún libro durante el placentero viaje.
Es en este momento que comienza este relato.
Los viajes lo realizaba en micros de larga distancia dada mi aversión a los
traslados por vía aérea, como una rutina me acerco a la terminal de ómnibus
dejo las maletas en el micro al que he de partir, me entregan un papel con el
número correspondiente para una vez llegado a mi destino lo retire.
Ahora estoy libre mi libro y yo, estoy listo y a gusto como un niño que se va
de excursión en la escuela, dentro del micro miro mi pasaje pasillo o
ventanilla, parece que esta vez la suerte me favoreció tenía la ventanilla,
podría leer y al mismo tiempo disfrutar del paisaje, el micro se va llenando
con la llegada de los demás pasajeros, mi compañero de viaje en el asiento del
pasillo resultó ser un niño de unos siete u ocho años, en el asiento de atrás
su madre con un niño de tres años que lo llevaba en su falda.
Al instante le dije quieres sentarte al lado de
la ventanilla un si salió de su boca
fue como si hubiera sacado la sortija de una calesita, entonces pasé a sentarme
del lado del pasillo. Quise iniciar una conversación ¿de que pueden hablar un
anciano y un niño?, pregunté como se llamaba, no me contestó pero hizo un giro
de su cabeza y mirando por el medio de los dos asientos la miró a su madre,
miradas cómplices a la que su madre asintió con un gesto.
Me llamo Darío y por lo bajo explica, me tienen prohibido hablar con desconocidos
pero mi madre ahora me dio permiso, que difícil se hace iniciar una
conversación entre un anciano que la transitado una parte grande de la vida, y
un niño que recién comienza a recorrerla, lo primero que se me ocurrió
preguntarle tu vas al colegio me responde si
señor y soy escolta de la bandera, le expreso que casi siempre el
abanderado y sus escoltas son de los años más superiores, me dice como mis notas son altas la seño me propuso
y me aceptaron como escolta, en ese momento me di cuenta que mi compañerito
de viaje era un niño muy inteligente.
Prosiguiendo con la conversación le pregunté
por sus juegos, por sus amigos mis juegos
son casi todos con la computadora y los videos juegos que lo manejo con un
aparato que tiene unos botones, no juegas a la pelota, si señor con la computadora, insisto no vas a una cancha con arcos
y gramilla pateando una pelota, alguna
vez de cuando en cuando, los deberes que te da la seño como los haces, los problemas los resuelvo con la
computadora y la máquina de calcular, ahí me di cuenta lo lejos que estaba
de mi infancia y de mi escuela.
Mientras entablábamos esta conversación de
tanto en tanto sentía unos golpes contra mi asiento, a veces tan fuerte que me
inclinaban hacia adelante, como si estuviera saludando como una reverencia , el
culpable de estos golpes era el hermanito de mi compañerito, mientras la madre
lo sostenía en su falda él mismo con sus fuerzas golpeaba con sus piernas el
asiento ya un poco fastidiado me doy vuelta y sacando la cabeza por arriba del
asiento me dirijo hacia la madre pidiéndole a la misma que controle a la
criatura y ella me responde creo que está
celoso por que usted está hablando con su hermano.
Me intrigaba que nunca había escuchado lo que
era el juego del balero, las bolitas, más bien parecía que los roles estaban
cambiados, yo era el niño tratando de explicarle a un adulto los juegos que
parecieran extintos, fueron varias horas los que conversamos, un anciano y un
niño, al final creo que teníamos algo en común.
En un tiempo determinado la madre se levanta
del asiento y le dice, Darío ya estamos
llegando levántate y salude al señor, bajaron del autobús yo me corrí al
asiento de la ventanilla y a través del vidrio lo saludé alzando el brazo, al
que el niño respondió, luego vuelvo al libro a la hoja a la cuál la había
dejado, mientras que el micro iba dejando atrás
a mi accidental compañero de viaje, tal vez lo encuentre nuevamente en
algún recodo del camino, de mi tiempo…..
alejandrobojor@gmail.com ..........ALEJANDRO CAPLAN
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