concierto de Aranjuez

domingo, 21 de julio de 2013

EL LEGIONARIO


Como saliendo de un prolongado letargo, un hombre de madura edad se orienta en la misteriosa y secreta Buenos Aires. Lo trae la nostalgia del ayer, camina sin prisa muy despacio, cargando sobre su espalda la pesada mochila de los años, va transitando las veredas del recuerdo, su barba blanca sobre su rostro denota sus años.

Los fantasmas del pasado lo llevan como casi sin querer, a pisar las calles de su antiguo barrio, a recordar a los amigos de entonces las reuniones en la esquina del almacén, sus pasos despaciosos lo van llevando hacia allí, su entorno ya no es el mismo todo parece cambiado, de aquel barrio de casas bajas ya nada queda, la piqueta del progreso la ha hecho desaparecer.


Como presintiendo que su esquina no será la misma, aún así se dirige hacia ella como cuando era un joven, se acelera su pulso está emocionado, espera encontrar a algún amigo o alguien que sepa de ellos, solo encuentra desconocidos que pasan por su lado sin encontrar respuesta.

Que decepción su lugar lo ha usurpado un hipermercado, no se encuentran los muchachos de la esquina toda ha cambiado, los altos edificios han desplazado a las casas bajas, esas que siempre tenían flores, glicinas, damas de noche, clavelinas, las enormes moles con muchos balcones no tienen flores.


Apesadumbrado dio vuelta sobre sus pasos pareciera que la tristeza lo ha encorvado un poco, más lentamente y mirando sobre sus hombros quiere retratar en su retina el nuevo barrio el que ayer fue el suyo. Los recuerdos lo van guiando y poco a poco se acerca al bar en donde se juntaban los amigos el de Juan, el bar tenía un nombre pocos los conocían siempre fue el bar de Juan.

Cansado el anciano quiere tomar un descanso el bar se lo ofrece, al entrar en él una extraña sensación comienza a recorrer por todo el cuerpo, cuando puede ver que las mesas y las sillas son las mismas de entonces, las sillas un poco descoloridas por el paso de los años, las mesas desgastadas de tantos juegos de domino, se sentó en una de ellas y miro a su alrededor, todo estaba igual el mostrador las mesas de billar sin troneras donde se jugaba al billar a tres bandas, no lo podía creer se limpió los anteojos sería verdad o por el intenso calor tal vez una alucinación.

Los invisibles fantasmas de los recuerdos comienzan a ingresar en su mente ahí estaban sus amigos en la otra mesa, el solitario con su infaltable vaso de vino filosofando sobre la vida, el muchacho del primer desengaño, el jugador de billar que hacía una carambola cantaba dos y anotaba tres, los cuatro veteranos jugando su partida de domino todo estaba como ese entonces en su tiempo de juventud.

Una lagrima surco la mejilla del anciano cuando buceando en su memoria, su barrio era un incesante ir y venir de personas era tiempo de inmigración, y llegaron gente de todas partes del mundo, el barrio parecía una torre de Babel se escuchaba idiomas y voces,  que se juntaban precisamente en el bar de Juan, pero era voz popular que a ese bar lo llamaran la Legión Extranjera por todos los dialectos que allí se escuchaban.

Ya repuesto el anciano tenía en su cara una felicidad que se le escapaba del cuerpo,  había traspuesto las fronteras que dividen lo material de lo espiritual, estaba en otra dimensión, al trasponer las puertas del bar se da vuelta para verlo y una carcajada salió de su boca, cuando vio en el vidrio de frente pintado Café y Bar El Legionario



alejandrobojor@gmail.com.........ALEJANDRO CAPLAN.   

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