El día se presentaba gris en ese otoño un poco
ventoso y como lo hago habitualmente salgo a caminar, mis pasos lentos cansinos
el paso del tiempo ha hizo mella en el cuerpo, siempre iba llegando al bar que
concurría desde joven sentado detrás del ventanal observaba el ir y el devenir de la gente, el bar tenía dos mesas de
billar y a veces me distraía mirando a los jugadores y el juego, disfrutando
sorbo a sorbo mi humeante café.
Antes caminaba mirando siempre adelante con
paso firme, ahora mirando hacia el suelo tratando de no tropezar con las baldosas
rotas, los pozos, las baldosas flojas esquivando la zanjas que se producen en
las veredas, ya el bar quedó en el olvido me queda un poco lejos para llegarme
como antes.
Ahora estoy sentado en la confitería que queda
cerca una diferente al bar, esta es moderna toda adornada con plantas y flores,
potus colgando desde el techo grandes maceteros con flores le daban un marco
agradable, las mesas con sus manteles y un pequeño florero con una flor en su
centro, sobre una de las paredes un inmenso plasma elegí una mesa alejada que
estaba al lado de la ventana.
Ensismimado en mis pensamientos y mirando
detrás del vidrio la gente que iba y venía saboreando mi humeante café los
recuerdos entran en mi mente, la imaginación se aferra al piolín del barrilete
que se eleva hasta esa nube donde los muchachos me miran, tal vez para estar
más cerca para poder conversar, que raro mis pensamientos tomo una servilleta
de papel para comenzar a escribir unos versos de una cuarteta se despertó la
vena poética.
Como la confitería estaba llena de plantas y
maceteros el espacio entre mesa y mesa era estrecho para que pueda entrar más
mesas. De pronto entran a la confitería una madre con un hijo de unos siete u
ocho años el niño llorando desconsoladamente mira la señora donde sentarse y
elige la mesa al lado mío, al diablo mis pensamientos, al diablo mi vena
poética, ahí me enteré por que lloraba el crio como no me iba a enterar si
estábamos tan cerca que parecíamos familia.
La madre le decía tienes que entender que ese
juego que quieres para jugar en el plasma está fuera de nuestro presupuesto, el
niño haciendo ademanes con las manos y pateando el suelo y llorando a moco
tendido yo quiero ese, caprichoso el
chiquillo. Nuevamente habla la madre cuando tu querías una guitarra te la
compramos duró dos meses tu siempre estás jugando en la computadora vives
dentro de ella, creo que cuando alguien abre una computadora es tu figura la
primera que aparece.
La madre ya fuera de si le dice al niño te
compramos la bicicleta para que puedas ir al parque y tomar por lo menos un
poco de aire, a propósito hace rato que no veo la bicicleta donde la pusiste, la regalé le dice el niño el rostro de
la madre que ya estaba en ese momento roja fue tornándose violeta, bueno no la regalé la cambié por una
figuritas difíciles, en ese momento la madre se levantó lo tomo de la oreja
al niño y se marcharon.
En la mesa que está frente a mi hay un par de
jubilados que al no poder escuchar bien hablan alto, uno de ellos le dice oye tu irás al viaje a Cataratas que organizan el club de jubilados, el otro
mirando a todos lados le responde, Juan
acá no podemos jugar a los dados no
veis que tiene mantel. Carlos dice el jubilado, como si el café no he terminado evidentemente
no se podían escuchar.
Ya era mi tiempo era hora de retirarse me
levanto despacito y paso cerca de la pared que sostiene el plasma, ahora
comprendo ese tic-tac que oía lejano era un juego de tenis que se veía en el
televisor.
Comienzo mi
regreso despacito esquivando los obstáculos eso pasó….. EN UN DÍA DE OTOÑO
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