concierto de Aranjuez

jueves, 22 de diciembre de 2016

REBELDÍA


Érase un día cualquiera en que un hombre de gruesa barba blanca y cabello canoso 
como lo hace mil veces camina despacio como si un invisible viento lo empujara 
doblando su espalda trata de llegar al bar en esa tarde gris.

Ya en el bar ese que tantos amigos tenía las tertulias se fueron escaseando hasta que ya nadie queda, sus mesas desgastadas y los mosaicos del piso son los mismos, se sienta en una de ellas la del lado de la ventana para observar la calle, el mozo ya lo conoce y le trae su taza de café que el anciano lo toma sorbo a sorbo, mirando la ventana ve el vertiginoso movimiento y queda pensativo como si su mente entrara en un túnel del tiempo.


Mirando sin ver a través del ventanal solo se ve él con su cabello negro azabache, 
aquel cuando era un muchacho, se ve a si mismo con un taco de billar jugando 
en sus mesas sin troneras, carambola simple a tres bandas cuando se oía un tango 
y luego volver a la casa a cenar, en un tiempo sin prisa.

En donde había pocos teléfonos para hablar a larga distancia la telefonista decía 
las horas de espera hoy un tiempo ya superado, despierta de su ensueño ve desde 
su lugar un gentío la multitud camina en uno y otro sentido autómatas de una época, 
ese teléfono con telefonista incluida hoy se ha transformando en un celular un 
aparato complejo que tiene además por último, un receptor para hablar.

El vértigo de la gran ciudad presurosa su gente lo va descolocando y mirando de soslayo la empuñadura de su bastón sobre su silla, una lágrima le estremeció el alma y como una nube de humo los recuerdos se le rebelan allá en el tiempo y a la distancia.


 Su juventud unos ojos negros profundos de mirada tierna largas caminatas hacia el parque, aquél asiento siempre el mismo un beso robado al azar, encuentros furtivos en la esquina del buzón hasta que un cierto día desapareció de su vida, la casa de su jardín florido sus flores de han marchitado hoy lo ocupa el yuyal, la puerta negra despintada cerrada con un candado le cerró el corazón, nunca jamás la encontró.

Una congoja le apretuja el pecho y como una rebeldía entre sueños querría volver a vivir aquellos tiempos y así entre sueños nostálgicos vuelve a la realidad, el cielo se ha encapotado y comienza a llover cientos de paraguas han entoldado la ciudad,  la lluvia golpea sobre el ventanal las gotas se deslizan como lágrima hasta desaparecer enfrascado en sus pensamientos no advierte que alguien se ha sentado en su mesa.


El recién llegado parece un viejo personaje de historieta vestido con un impermeable oscuro y un paraguas de color negro de nariz prominente alto y delgado, y comenzó a hablar Hola Juan estás igualito el anciano lo miró con el rabo del ojo su nombre es Carlos, luego mira a través del ventanal la lluvia continúa el encantamiento se ha ido, y piensa continuar con la charada ya tiene alguien con quien conversar.

El oscuro personaje insiste Te acuerdas Juan de mi por tu manera de mirar me pareció que no, yo soy Óscar del equipo de fútbol era el arquero cuando íbamos a las canchas detrás de la algodonera. Ese fue el momento que el anciano lo reconoció otros tiempos otras épocas, cuando un día domingo a las nueve de la mañana se juntaban once voluntades para jugar un partido de fútbol, hoy otro tiempo no se consigue después del boliche ni dos para jugar a la play.

Hay dos hombres maduros buceando en lo profundo del río, haciendo aflorar recuerdos alegrías y tristezas llantos y risas, de un tiempo ese tiempo sin retorno como la corriente del río se lo lleva donde en su superficie fluye lo cotidiano, entre recuerdos lentamente va cayendo la tarde es hora de despedirse hasta un próximo encuentro estos dos ancianos que un día fueron compañeros de aquel equipo de futbol el que se llamó……..ONCE CORAZONES.


     

      















    

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