concierto de Aranjuez

martes, 9 de octubre de 2012

El IDOLO

En una improvisada rueda de amigos, reunidos alrededor de una mesa de café, que de cuando en cuando se encontraban, era el momento que hablaban un poco de todo, de actualidad, situaciones que pasaron en ese tiempo que no se veían, y así cada uno a su vez describía  sus experiencias en el tiempo que no se encontraban, temas, deportivos, económicos, actualidades, la gama era amplia.

En ese momento el que dialogaba Marcelo, del pequeño grupo era el más gracioso, él era el que siempre traía los chistes, los cuales algunos de ellos nos hacían destornillar de risa, pero explicaba los momentos tensos que le tocó pasar, en un viaje en subte en el cual viajaba a diario, siguió diciendo, estaba esperando el mismo ya hacía tiempo que no llegaba, la gente se impacientaba, el andén era un gentío impresionante.

 Por fin después de un buen rato llega la formación, ya llegaba bastante completo,   continuó, me dije a mi mismo espero otro y voy más tranquilo, pero el tiempo que tenía era escaso y haciendo fuerza y empujando llegué justo, y tras de mi cerraron las puertas, fue entonces que el guarda dice por los altoparlantes, se indica a los señores pasajeros que cuiden sus efectos personales, “hay extraños en la formación”.

Íbamos todos tan apretujados, que casi no nos podíamos mover ni siquiera la mano no vaya a ser que al moverla toque por casualidad a una femenina, parecía un cuadro de una película, los ojos iban de un lado al otro, desconfiando de circunstancial compañero, de pronto me vi en una película cómica, como la de los tres chiflados no podía creer lo que me estaba pasando, se escucha a alguien con una voz estridente hijo de p… saca la mano de mi saco, todos fueron hacia el amigo de lo ajeno lo retuvieron hasta la próxima estación llegando a la estación lo depositaron en ella, el amigo tenía un ojo cerrado la cara hinchada, no creo que el caballero vaya otra vez a poner la mano donde no corresponde, la risa fue generalizada.

 Animadamente fue transitando la conversación hasta que uno de los amigos dijo a otro de los que estaban en la mesa, “usted Doctor está muy callado no tiene algo que decir”, el aludido lo mira y le contesta, yo me trataba de acordar de algo y de pronto se me vino la historia encima, y les voy a contar una anécdota que me ocurrió hace tiempo, una de esa que ocurren una en un millón o tal vez no ocurra nunca en la vida.

 Ustedes saben amigos, que desde chico me gustó el fútbol, ya de purrete quería ser futbolista, pero el hombre propone y Dios dispone, y el destino me llevó a seguir esta mi carrera, esta es la anécdota, tenía más o menos entre catorce o quince años y con los amigos seguíamos a un club de fútbol, no éramos fanáticos, en él había un jugador que era mi ídolo, me enojaba cuando le decían algo que él no se merecía, fue pasando el tiempo, el trabajo, mi familia, la rutina.

 Estando en el trabajo, el hospital en el que ejercí la profesión casi toda la vida, aparece un paciente, en él vi al que creía era mi ídolo de chico, y viene hacia mi, en ese tiempo las fichas de los pacientes se hacían a mano, no teníamos computadoras, me acerco al escritorio para anotar, dándole la espalda al paciente, me dice el apellido y el nombre es,  ahí lo interrumpo, y le digo Enrique, queda asombrado me pregunta como sabe mi nombre, como le digo al anciano que está frente a mi, que el era mi ídolo, se imaginan la situación, se me puso como dice la gente “la piel de gallina”, le tuve que decir que yo lo seguía como futbolista desde chico, al anciano se le cayó una lágrima.

 Luego como si el tiempo no hubiera pasado erguido me dice, si yo jugué en un equipo de los grandes, otra vez lo interrumpo, le digo señor Enrique usted era mi ídolo, pero no fue en ese equipo, si no en su primero un cuadro más modesto, entonces vi por primera vez un ídolo que llora, nos confundimos en un abrazo, no sabía como reaccionar en ese instantes lo único que se me ocurrió decirle fue, Don Enrique cuando usted necesite algo de mi solamente toque la puerta, y quien lo atienda le dice que quiere atenderse conmigo, si estoy atendiendo en cuanto me desocupe, enseguida lo atiendo , varias veces concurrió y desde entonces éramos amigos.

 En una oportunidad que vino me traía una foto de cuando era futbolista, autografiada, luego se fue de mi vida, no lo vi más, pero me quedó su foto firmada y para que no quede dudas desplegó sobre la mesa un cartón con una foto escrita.

Este cartón con esta foto viaja siempre conmigo, mudanzas tras mudanzas, siempre la foto primero, después los muebles, la ropa y todo lo demás, si amigos este fue, es y será siempre mi...... IDOLO. 


alejandrobojor@gmail.com.............ALEJANDRO CAPLAN   

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