concierto de Aranjuez

martes, 6 de agosto de 2013

CARICIAS



En un día de invierno el tibio sol aparece a ciertas horas, siempre después del almuerzo,  es el momento que sus rayos alcanzan a mi pequeño balcón, y aprovecho para que él me empape con su calor. Tomo una silla me siento en ella estoy acompañado con mis plantas y mis flores, ellas no hablan acaso tendrán un lenguaje sin sonido, yo no sabría decirlo lo que se es que me siguen desde ya hace mucho tiempo.

En la gran ciudad frente a mi vista hay enormes edificios, cemento hierro y vidrio uno al lado de otro, es así que los rayos de ese sol va jugando a las escondidas cuando va pasando de un edificio a otro, poco a poco se va perdiendo es que queda medio balcón a la sombra. La calle tiene como guarda pretoriana una larga hilera de majestuosos árboles de una altura que alcanza hasta el piso octavo  si parece que su ápice estuviera pinchando las nubes.

Ya casi llegando a su máxima altura se inclina como haciendo una reverencia hacia la vereda de enfrente, para alcanzar al de la otra vereda como si quisiera abrazarlo darle la mano o simplemente acariciarlo, estoy en la sombra de mi pequeño balcón el fresco de la tarde hace que comience la retirada, saludo a mis acompañantes, mis plantas y mis flores y me introduzco al departamento al abrigo del frío.

Detrás del gran ventanal recorro las cortinas y observo, los árboles han quedado sin sus hojas y por el medio de sus ramas aún penetra los rayos, en el verano sus verdes ramas cubiertas de hojas se unen como si fuera un túnel, dando sombra para paliar le caléndula del verano..

Alcanzo a sentarme en mi sillón favorito tomo un libro para continuar mi lectura, algo me altera creo que es el silencio de una tarde de domingo, no puedo concentrarme y mi mente va jugando con los recuerdos.

Allá a lo lejos cuando era un niño junto con amigos de la misma edad se iba acercando las fiestas de San Pedro y San Pablo. Era en invierno para fines de junio, nos convocamos para juntar madera para la gran fogata, que como un rito lo hacíamos todos los años se acopiaban ramas. 

Al verdulero los cajones de madera, la incógnita era saber donde las guardaríamos nadie quería guardarlas en la casa, entonces se decidió esconderlas entre las ramas de los árboles para que el día señalado la tendríamos a mano.

Siempre en el mismo lugar sobre el empedrado en el medio de la calle, los que no estaban muy a gusto eran los vecinos de ambas aceras, pero entre ruegos y por favor conseguíamos realizarlo, Una gran fogata que iluminaba toda la calle y nos protegía del frío del invierno. 

Alguien o algunos consiguieron un elástico de cama y papas para poder asarlas, esas papas que en casa no comíamos allí en medio de la fogata era para toda la barra manjar de los Dioses.

Si parece que fue ayer como si el tiempo no hubiera pasado, es que vivo a varias calles de aquel suceso nunca me fui del barrio, de la barra ya nadie queda, pero el otro día me encontré con uno de ellos en una de esas vueltas por el parque, y nos pusimos a conversar y recordar, él fue que me hizo acordar cuando en el baldío de la esquina se instaló una calesita.

Como me voy a olvidar nunca la olvidaré, la calesita de Don Luis detrás de una pequeña cabina con una ventanilla preguntaba ¿Cuántas vueltas quieres? Don Luis déme tres entonces como si fuera un colectivero te entregaba tres boletos de colectivo que con cada vuelta el los iba recogiendo y cortando. 

Siempre riendo y con una bolsa de caramelos que iba entregando a cada uno. Que encanto tiene el girar de la calesita que hipnotiza a los pequeños, con sus vueltas van girando también los sueños de ellos, lo mío era montarme en un caballo de madera queriendo ser un jinete, un vaquero del far west o quizás el llanero solitario, esos que se veían en el cine, o mi amigo sentado en algo parecido a un auto de fórmula uno amante de la velocidad.


Mientras tanto calesitero y también dueño jugaba con ellos con la sortija, el que llegaba a sacarla tenía una vuelta gratis, a veces lo intentaba pero ella me era esquiva, mientras la conversación se alargaba al mismo tiempo el tiempo de cada uno se acortaba, nos despedimos con un abrazo y quedamos en encontrarnos más adelante.

La piqueta del progreso ha hecho desaparecer el viejo arrabal de casa bajas, su fisonomía ha cambiado imponentes moles de altos edificios lo ha transformado, sus calles un gentío un ir y devenir de gente autómatas siempre de prisa sin siquiera saludar.

Automóviles, ómnibus, frenada bruscas, ulular de sirenas, bocinas, es lo que resuena en nuestros oídos. El modernismo se ha impuesto que hermoso y moderno ha quedado el barrio si hasta esos bares antiguos se han transformado. 

Las plantas y hojas decorativas inundan el ambiente, sobre una pared un gran televisor. El progreso lentamente ha ido desplazando a la inmensa fogata de San Pedro y San Pablo al elástico de cama y las sabrosas papas asadas no existen más.
En el barrio no hay calesitas que hagan girar el sueño de los niños, no existen los baldíos lo han usurpado los grandes edificios y la piqueta del progreso ha hecho desaparecer los cines del barrio.

Que moderno ha quedado el barrio……¡¡¡Que lejos han quedado mis recuerdos¡¡¡


alejandrobojor@gmail.com...............ALEJANDRO CAPLAN

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