En un verano caluroso la noche presagiaba
tormenta, ese mismo calor y la humedad no me permitieron dormir, dando vueltas
en la cama sin poder conciliar el sueño una especie de electricidad me recorrió
el cuerpo, fue entonces que me levanté sudoroso y transpirado buscando una
bocanada de aire fresco que me pueda reanimar, me llegué hasta el pequeño
balcón del piso alto todavía aturdido alcancé a sentarme en una silla una suave
brisa envolvía la noche.
El silencio de la noche traía sonidos lejanos,
el silbato de la partida de un tren el tañido de la campana de la iglesia,
poniendo mucha atención solo escuché una campanada era la una de la mañana, y
ahí estaba yo y mi alma dialogando con la flores y plantas, pareciera que ellas hablan de noche como esas
fábulas de Esopo donde hablan los animales distingo entre todas a la humilde
rosa china la elogio y ella hace una reverencia agradeciendo.
Frente a mi una frondosa arboleda donde la
brisa juguetea con su follaje de hojas verdes y esplendorosa con un ritmo cadencioso y ondulante, las luces de la
calle amortiguadas por el ir y devenir del ramallaje a veces se dejan ver y
otras desaparecen, es entonces que los sonidos del silencio hacen aparecer los
duendes de los recuerdos pantallazo o viñetas de un Buenos Aires que ya fue.
Me retrotrae en el tiempo cuando la radio se
escuchaba casi a toda hora era la compañía de mi madre, por las mañanas la
música era su compañera a la media tarde algún lagrimón de su novela preferida,
por las noches esperando a mi padre del trabajo nos entretenía a los dos
diablillos con preferencia con programación de entretenimientos o música.
Esa sería una viñeta recuadrada con líneas
negras, una mesa un mantel una panera cuatro platos para cuatro comensales,
cenando en familia entre risas y conversaciones.
Que recuerdos trae consigo el silencioso sonido
de la noche, las neuronas se han confabulado para traerme de un pasado un
retrato del antiguo Buenos Aires.
Sentado en mi fabulosa atalaya y entre la suave
caricia de la brisa que me envolvía y el cimbreante movimiento ondulante de las
ramas y el follaje me han hipnotizado, mi mente y los recuerdos me llevan a
otro tiempo siempre relacionado con la radio y su música.
Ya por entonces los duendes de las evocaciones
me retrotraen y me encuentro ya más grande envuelto en un tiempo, y en una
terraza bailando junto con amistades entrando a la edad de pubertad se juntaban
amigos y amigas y organizaban un baile, las chicas se encargaban de las viandas
y los muchachos de las bebidas siempre sin alcohol, era la época de música
suave y lenta propicia para entablar conversación durante el baile.
Junto a un amigo estoy caminando por esa calle
Corrientes alguien en su tiempo dijo la calle que nunca duerme, buscando en
alguna disquerías que abundaban en ese tiempo un disco de moda, la ensoñación
me lleva por las veredas que transité por tanto tiempo se me viene a la memoria
los dos cines que ya no están, la pizzería de la esquina de Gurruchaga van
cayendo como piezas de dominó el café y bar al cuál no podíamos entrar, todo se
va amontonando llegamos a cruzar la avenida Juan B.Justo el arroyo Maldonado ya
entubado y así caminando llegamos después de cruzar la barreras del tren hasta
la plaza.
Por fin en una de ellas pudimos conseguir el
disco que estábamos buscando todo un trofeo de aquellos tiempos, hasta hoy me
acuerdo el nombre Serenata a la luz de la luna interpretada por la orquesta de
Glenn Miller, todas las disquerías tenían en el local un cubículo vidriado con
una mesa y un tocadiscos entonces el vendedor invitaba al comprador para poder
escucharlo, y comprobar que no tenga imperfecciones o estuviera rayado
comprobado que no tenga fallas los colocaba en un álbum.
Tanto mis amigos como yo cumplimos la mayoría
de edad eran tiempos del café y bar que teníamos vedado, atrás de un café o
algún vermouth era nuestro sitio de reunión billares dominó, en una mesa un
habitué con su infaltable vaso de vino que toma para olvidar por que toma, aquél que la vida lo rebotó en otra el que
escribe poemas los que hacen negocios sobre sus mesas y ahí estábamos nosotros
haciendo planes para el futuro.
Había en ese bar un hombre que queríamos
conocer, el individuo de casi setenta años bastante cabello canoso que se
dejaba con una colita que la sujetaba con una gomita, lo invitamos a la mesa su
ropaje pulcro pero viejo su saco un poco deshilachado su camisa haciendo juego,
quien juzga por su ropaje diría es un hombre pobre ¿tal vez? el era un hombre
rico en instrucción y filosofo por vocación.
En una de esa reuniones dijo como sentencia,
ustedes muchachos son muy jóvenes por su
propia juventud son ansiosos y los días que lleva un año le parecen dos, pero
al pasar los años pareciera que el tiempo se acortara, una década le parecerá
un año, un año un mes, un mes un día y un día una hora, una hora un soplo en la
inmensidad del tiempo.
Esos años que concurrí al bar fue como una
enseñanza por fuera de toda tu instrucción en esos años aprendí cosas que nadie
enseña.
Se va terminando mi noche, esta noche que el
silencio me trajo recuerdos, el movimiento ondulante del follaje se hace más
intenso se va acercando la tormenta, y los duendes de los recuerdos se han
retirado……… Estimados lectores los tengo que dejar.
alejandrobojor@gamail.com...........ALEJANDRO CAPLAN
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