Anochece en la ciudad hombres grises como la
pintura de sus paredes transitan la selva de cemento autómatas salidos de un
cuento recorren la ciudad, traje negro camisa y corbata y por si fuera un
trofeo un maletín como estandarte, se mira de soslayo como si desconfiaran y
siguen raudo su camino. El personaje de esta historia es uno más de los
hombres grises que habitualmente caminan por el mismo trayecto, las calles que
lo llevan a la entrada del subterráneo y se zambulle en su boca como todos los
días tras días, esta es su rutina desde ya hace mucho tiempo hasta llegarse a
su casa.
En el libro de los tiempos es él que nos
introduce en la vida del hombre que habita la casa desde que nació en ella, una
casa señorial en un barrio distinguido lejos del mundanal ruido, una mansión
que heredó de su madre que a su vez lo heredó de su abuela, el libro nos cuenta
que aquel niño educado en los mejores establecimientos educativos es un ser
tímido introvertido tal vez solitario por su misma timidez.
El mismo libro nos cuenta como era su hogar una
gran mansión con infinitas habitaciones un gran jardín en el fondo, techo a dos
aguas de tejas rojas y con una veleta en la parte superior indicando el gallo
de la veleta de donde viene el viento, una mansión centenaria es la que habita
un hombre cincuentón solitario si hasta sus pasos retumban en el viejo caserón., luego de una frugal cena se llega hasta la
habitación espaciosa que da a la calle y se dispone a escuchar una música suave,
y mientras los cubitos de hielo tintinean en su vaso de whisky los recuerdos le
van rondando, cuatro amigos jugando a los dados un cubilete una mesa desgastada
de un bar, y sobre la mesa de la habitación un florero con flores naturales
mezcladas con flores artificiales.
Como si su mente se abriera a los recuerdos ve
a su madre colocando flores en ese mismo florero, flores de su jardín donde
tenían azaleas jazmines claveles y un rosal de rosas rojas aterciopeladas,
cuando en una ocasión cortó una de ellas para llevarle a la que nunca olvidó,
hoy es un yuyal descuidado.Duendes traviesos van jugando con los recuerdos
un inocente romance juvenil largas caminatas bajo un cálido sol otoñal tomados
de la mano, el parque su banco de plaza preferido sus palabras murmullos que
ellos entendían, un beso furtivo sus planes para el futuro de dos adolescentes,
la mirada de la primer novia que nunca se olvida.
El libro de los tiempos nos dice que cierto día
que no precisó él se quedó esperando a la nunca llegó, presuroso se llegó hasta
su casa y un cartel que decía se alquila nunca más la vio, de esto que pasó
hace tiempo jamás la olvidó. Desde hace algún tiempo él escucha la voz del
olvido la estruendosa voz del silencio solitario hombrecillo se dice habrá que
cambiar, coloca su mansión en venta para ir a vivir a un departamento moderno
de dos ambientes con vista al exterior, ascensor inteligente portero y
encargado además más cerca de su trabajo.
El silencio desapareció y el barullo de una
casa de departamentos apareció, la música fuerte a horas inapropiadas reunión
de consorcio pago de expensas, todo era nuevo para el hasta que se acostumbró,
el solitario no se sintió tan solo. Comienzo de la era digital buscó su nombre por
todas la redes sociales no encontró su nombre, y se dio por vencido fue cuando
una casualidad ocurrió estando en el andén
del subterráneo vio o creyó verla en el andén opuesto, quedó mudo cuando
vio que subía a la formación que recién había llegado.
Horas y días hay un hombre sentado en un banco
esperando siempre a la misma hora el subte luego se levanta y se va con la
esperanza de verla, el día llegó se cruzó de frente era ella su misma mirada
sus ojos se agrandaron, y llevaba puesta la cadenita de la media medalla que el
le había regalado.Se miraron a los ojos las mismas miradas de los
juveniles años, sin preguntas sin
reproches tomados de la mano se fueron caminando en esas largas caminatas hasta
llegar al parque, y buscar el banco de plaza el cómplice de sus planes
juveniles para un futuro ahora cómplice
de un romance otoñal.
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