En una amena sobremesa con una pareja amiga conversando de las nuevas tecnologías y las diferencias que existían con la de
nuestra generación, las discrepancias de opiniones estaban expuestas en donde
desde mi punto de vista era tener que asomarse a ella y sopesar las divergencias.
La historia se va construyendo con sucesos que
forman un eslabón, uno tras otro se van anillando formando una cadena de
sucesos donde transita la vida, alegrías y tristezas crean la historia de cada
uno, enfrascados en discutir opiniones sobre la nueva generación de nativos
digitales que pareciera que nacen ya implantados en su A.D.N. mientras con el
rabo del ojo observo a mi nieto tiene los ojos tristes, él está triste apenas
tiene doce años, no se si son pocos o muchos en esta época para la tristeza.
De pronto se sintió observado o es que me
estaba observando y dirigiéndose hacia mi me pregunta ¿Abuelo puedo usar la computadora?. Bueno ahí la tienes, ahora está
contento juega con unos jueguitos que yo nunca voy a comprender, pero de pronto
sus ojitos tristones y compungido dice Abuelo
se cortó la Internet y tampoco hay televisión, trato de calmarlo con alguna
excusa será problema del cable capaz que vuelve pronto pasaba el tiempo y la solución no aparecía,
ante tal circunstancia una llamada de teléfono a la empresa que me comunica que
hay un desperfecto en la zona y los técnicos tratan de repararlo no sabiendo el
tiempo que demandará dicha reparación.
En ese momento se me ocurrió una idea le dije
al niño, a ti te gusta jugar al tesoro escondido y me acordé del galpón de la
terraza, un galpón grande en donde por casi treinta años todo lo que no servía
y algunas que si servían iban a parar al galpón, una especie de cambalache
donde podías encontrar al lado de una escalera una silla ya desgastada que
alguna vez la colocamos para después cambiarle el tapizado, un juego de luces
de colores que colocábamos en algún aniversario arrumbadas en algún rincón, convivían con los juguetes que tenían de niño
aquella ambulancia a fricción que le faltaban las ruedas y la fricción, el auto
de bomberos colorado que aun tenía la escalera, la mesa y los banquitos ese para los asados.
En esta vorágine de los tiempos que no nos
dieron respiro todo aquello quedó siempre relegado a un segundo plano, y para
hacerlo interesante le dije yo tengo un tesoro si tu lo encuentras te daré como
premio un juego para la play, y allá fue a buscar el tesoro y la Internet pasó
por un momento a ser olvido.
El tiempo iba transcurriendo y el niño aún
seguía dentro del galpón tal vez creyó estar en
medio de la isla encantada, tal vez los recuerdos de los juguetes que
tuvo en sus manos, la figura del chavo de goma esos de repisa la alegría del
garaje de juguete con sus rampas donde deslizaba los autitos hoy sin sus postes
indicadores ni sus autitos, o quizás tratando de reparar esos autos de fricción
que quedaron arrumbados en esa isla encantada que era en ese día el galpón de
la terraza.
El niño llega emocionado la alegría desbordada
se le escapa por los poros ojos grandes trae con el un portafolios lleno de
polvo y con su manija rota, manifiesta abuelo he encontrado el tesoro yo no
tenía conocimiento que se encontrara ahí esa sucia y polvorienta cartera, trato
de abrirla y me encuentro con una carpeta con sus respectivas tapas dentro de
ella en la primera hoja un título en grande donde decía El Árbol De La Vida, y
en las siguientes hojas unos hermosos versos hechos poemas donde habla
principalmente de la amistad.
Creo que ni el famoso Champoleón ese que
descifró los jeroglíficos egipcios podría descifrar la escritura de estos versos,
solamente un padre entiende la letra de su hijo frustrado poeta, el azar el
destino la vida lo hizo transitar otros caminos, hoy inmerso frente a una
computadora sumergido bajo una pila de papel oficio escrito con letras y
números, tal vez un mañana vuelva a las fuentes.
Están golpeando a la puerta NO PUEDO ATENDER ESTOY OCUPADO JUGANDO CON MI NIETO A LA PLAY.
alejandrobojor@gmail
.com..........ALEJANDRO CAPLAN
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